Lo sacan en procesión para que se luzca un poco y el cambio de aires le abra el apetito, porque desde el trastazo con la entrañable amiga Corinna en Botswana, es que no levanta cabeza ni ningún otro apéndice.
Tiene que limpiar su decaída imagen ante el pueblo siempre servil y agradecido con los poderosos, aunque les desplumen.
Le han llevado a una misa en Palma de Mallorca, junto con parte de la familia. A los trincones Cristina y Urdanga los han dejado fuera para que no desenfoquen la pulcra fotografía.
La celebración religiosa le importaba un pito, pero era ocasión para darse un baño de multitudes.
Y unos días antes a Juan Carlos I, el Comisionista, le montaron un improvisado viaje a sus países favoritos, los del Golfo Pérsico. Había que hacer caja. Allí se siente en casa.
Si hubiera sido un viaje de Estado, habría sido planificado con todo detalle por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Pero no ha sido así. De las empresas a las que llamaron para acompañarle unas rehusaron la invitación y otras se vieron forzadas a ir por cortesía.
Tales han sido las críticas que hasta Rafael Spottorno, jefe de la Casa Real, ha tenido que salir a dar vaselina y echar balones fuera.
El Rey “está muy satisfecho”, ha dicho. No es para menos, él si ha conseguido facturar. Ahora os digo cuanto.
En esos países las empresas españolas de construcción e ingeniería tienen mucho que decir, son apreciadas y se han ganado un gran prestigio.
Es una labor de años que hay que mimar, y eso exige planificar con todo detalle los encuentros y tener objetivos definidos.
No vale “vamos a darnos un garbeo y ver si cae algo”, que es lo que ha ocurrido.
Se visitó Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, y tras una breve vista al primero, el ministro Margallo se marchó a otro compromiso.
Sencillamente vergonzoso.
Spottorno expresa que “el rey no firma contratos ni obtiene licitaciones”.
Así es, pero el Rey engrasa voluntades y abre puertas y eso tienen que pagarlo las empresas. ¿Cómo?
Ya os expliqué que el problema de Jorge Pujol, según Pascual Maragall, era del 3 %, pero para cuadrar las cifras de la fortuna en España, y más fuera, hay que irse al 5%.
Y eso que este personaje era el reyezuelo de la taifa catalana.
Pero mi amigo Juan Carlos tiene más caché, que para eso es el Rey de España, y él no se mueve por menos de un problema del 10 %, aunque según qué circunstancias puede llegar a ser del 15 %.
Y la pista nos la da el ínclito Ansón, que se licua hablando del Rey y hay que ir tras él con la fregona recogiendo tanta baba.
Descubre que han sido 3.280 millones de euros firmados por las empresas españolas, y esto es solo “el pájaro en mano. Hay ciento volando”.
El 10 % son 328 millones de euros.
Próximamente irá a Omán y Barhréin.
Me alegra que las empresas españolas tengan muchos contratos, porque sacarán del desempleo a unos cuantos.
El Juglar del pueblo
Eladio Arnaiz ©