El escándalo “dieselgate”
Para homologar un vehículo es necesario que las autoridades gubernamentales pertinentes den su visto bueno a una serie de parámetros, principalmente de seguridad y de emisiones contaminantes.
Unas normas cada vez más severas en este último apartado están siendo un auténtico calvario para los fabricantes e ingenieros, que deben desarrollar e implantar tecnologías cada vez más caras en sus automóviles (como el filtro anti partículas o el AdBlue).
La trampa estaba en que el motor se conectaba al sistema de GPS del coche y al reconocer este último que no se encontraba circulando en carretera o en ciudad, activaba un programa de reducción de prestaciones, por lo que las emisiones bajaban entre un 10 y un 40% de las que se producirían en la “vida real” y de esta forma, pasaban las pruebas y eran habilitados para ser puestos a la venta.
Todos los coches de combustión diesel utilizan dos filtros: uno para las emisiones sólidas como las cenizas (que contienen unas sustancias muy nocivas llamadas benzopirenos) y otro para los gaseosos.
Para esto último suele usarse el llamado “deposito AdBlue” que por RCA (reducción catalítica selectiva mediante una solución de urea) disminuye de forma realmente considerable las emisiones de NOx (las distintas variedades de óxidos de nitrógeno), pero este método encarece el costo final, por lo que el Grupo Volkswagen decidió hacer trampas y ahorrarse unos cuantos euros por unidad.
Los vehículos diésel necesitan de un catalizador (un costoso filtro a base de platino, paladio y rodio) que rebaje las partículas que expulsa un motor diésel. Dicha cantidad no debe exceder de 47 miligramos por kilómetro en EEUU y de 80 miligramos en la actual normativa Euro 6.
En una primera etapa, un catalizador de rodio reduce los óxidos de nitrógeno para convertirlos en nitrógeno molecular (N2). El N2 es el componente mayoritario (78%) de la atmósfera terrestre, emitirlo no supone ningún problema.
En una segunda etapa (el catalizador de paladio), se deja entrar más aire del exterior (que contiene oxígeno) y se queman, se oxidan por completo los hidrocarburos y el monóxido de carbono para obtener CO2 y vapor agua. El agua y el CO2 son componentes naturales de la atmósfera pero son ambos causantes de efecto invernadero. Por lo tanto, con el segundo catalizador contaminamos la atmósfera, pero dejamos de emitir gases que en concentraciones elevadas son mortales.
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El motor de un coche produce muchos gases tóxicos y contaminantes. La tarea del catalizador es convertirlos en otros gases inocuos antes de que se emitan a la atmósfera por el tubo de escape. ¿Qué gases son estos?
Hidrocarburos: Proceden de la gasolina que no se ha quemado totalmente en el motor de combustión. Son sustancias que pueden causar problemas respiratorios y en algunos casos (hidrocarburos aromáticos como benceno o tolueno) cancerígenas.
Óxidos de nitrógeno (NOx): Se originan por combinación del nitrógeno y el oxígeno del aire a las altas temperaturas a las que se produce la combustión. Son causantes de problemas medioambientales como el smog, la lluvia ácida o la destrucción de la capa de ozono.
Monóxido de carbono (CO): Todo el mundo habla del dióxido de carbono, el efecto invernadero y lo peligroso que es pero, en general, la gente se olvida del monóxido de carbono. Es un gas muy peligroso porque se enlaza al hierro de la hemoglobina mucho más fuerte que el oxígeno. Los glóbulos rojos no transportan, entonces, el oxígeno a la célula y produce asfixia y, si la cantidad de CO es elevada o la exposición prolongada, la muerte.
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