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La principal diferencia entre el Sistema de Capitalización Individual y el Sistema de Reparto, es la forma de financiamiento de las pensiones.
En el Sistema de Reparto la pensión de cada persona se financian en parte con los aportes (cotización) que realizan los trabajadores activos y el Estado, por lo tanto, el dinero aportado va a un fondo común con el cual se financian las prestaciones.
En el Sistema de Capitalización Individual, cada afiliado posee una cuenta donde se depositan sus cotizaciones, las cuales se capitalizan y ganan la rentabilidad de las inversiones que las Administradoras realizan con los recursos de los Fondos.
Al término de la vida activa, este capital le es devuelto al afiliado o a sus beneficiarios sobrevivientes en la forma de alguna de las modalidades de pensión.
La diferencia con el Sistema de Reparto es que en éste el monto de la pensión no se relaciona necesariamente con lo aportado durante la vida activa, sino con las características de la Caja de Previsión y con el cumplimiento de ciertos requisitos que dan derecho a una pensión previamente definida.
¿Qué es el Pacto de Toledo?
Es un acuerdo alcanzado por los principales partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales en los noventa, y extendido hasta la actualidad. Básicamente, todos están de acuerdo en tranquilizar a la población respecto al sistema de pensiones, afirmando que todo está bajo control, que habrá pensiones para todos y serán dignas, incluso a largo plazo.
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La Asociación para la Reforma de las Pensiones (ARP) promueve frente al Pacto de Toledo la implantación de un sistema de pensiones en que las aportaciones se capitalicen por considerar que esconde a la ciudadanía la realidad: el sistema de pensiones “de reparto” está agotado y es insostenible a largo plazo..
SISTEMA ACTUAL "De reparto"
Durante la vida laboral
El trabajador aporta cantidades fijadas por el Estado, sin flexibilidad alguna para aportar más cuando le va bien o reducir su aportación en épocas adversas.
Las aportaciones del trabajador van a un fondo colectivizado, por lo que pierde sus derechos específicos sobre el dinero entregado. El Estado le dará en su día la pensión que considere oportuna.
Si el trabajador fallece, sus herederos no recuperarán lo que aportó: habrá sido en vano, porque el Estado se quedará con lo aportado.
Al jubilarse
El trabajador ha cotizado durante toda su vida laboral y se jubila a la edad exacta que decide el Estado. Sólo los últimos años de cotización definen la cuantía de la pensión a cobrar.
Hay límites e intervalos en la cuantía de las pensiones, fijados arbitrariamente por el Gobierno en función de sus políticas.
El pensionista cobra estrictamente una renta fijada por el Estado. No puede escoger el cobro de una parte de lo aportado durante años.
Si el jubilado no pudo cotizar bastante durante su vida laboral, recibirá una pensión no contributiva francamente miserable, inferior incluso al salario mínimo interprofesional del momento. Ello se debe a la ausencia de un fondo de solidaridad que contribuya por aquellos trabajadores que no puedan hacerlo.
Efectos del sistema
Los políticos pueden afectar con sus decisiones el monto de las pensiones, los requisitos para percibirlas, la edad de jubilación y otros elementos. Por ello pueden comerciar electoralmente con las pensiones, asustando sobre lo que pasará si ganan sus competidores y prometiendo pensiones más altas si ganan ellos.
El trabajador, en realidad, paga unas cantidades elevadas que se destinan a mantener a los pensionistas del momento.
Los trabajadores perciben la cotización como un impuesto más, y tratan de evitarlo si pueden.
Los trabajadores tienen dudas legítimas sobre la capacidad futura del Estado para pagarles una pensión digna, y saben que en cualquier caso no será proporcional a su esfuerzo actual.
Los trabajadores deben confiar en que el Estado gestione bien los fondos aportados, y carecen en realidad de datos objetivos para saber si lo está haciendo o no. Además, quedan completamente descartados los gestores alternativos de estos fondos públicos.
El sistema provoca un encarecimiento del trabajo, sobre todo cuando hay relativamente pocos trabajadores en activo en proporción a los pensionistas.
El sistema perjudica muy especialmente a los jóvenes. Son quienes en mayor medida lo perciben como impuesto, y quienes más dudas albergan respecto a su futura pensión.
El sistema hace de la Tercera Edad un colectivo empobrecido y necesitado de la solidaridad de los demás. Durante toda su vida laboral se les ha obligado a pagar unas cantidades arbitrarias que no han revertido realmente en su propia jubilación. Esto debilita a los ancianos, que pueden ser una carga para sus hijos y nietos. El anciano depende de la buena voluntad de sus descendientes o del Estado.
El sistema es opaco, y se ha revelado incapaz de mantener el valor de los fondos que custodia en nombre de millones de trabajadores.
Por diversas vías, el sistema "de reparto" merma considerablemente la libertad y la seguridad tanto del trabajador como del pensionista.
SISTEMA PROPUESTO De capitalización individualizada
Durante la vida laboral
El trabajador puede aportar más o menos, existiendo un límite mínimo. Si atraviesa una mala época pero cotizó de más en el pasado, puede suspender temporalmente su cotización.
El trabajador aporta a su propia cuenta de jubilación personalizada, ve cada mes su evolución y sabe que lo aportado le pertenece y se va incrementando con el tiempo.
Si el trabajador fallece, sus herederos tienen derecho a recuperar la práctica totalidad del capital aportado más su rendimiento.
Al jubilarse
El trabajador tiene flexibilidad para jubilarse más pronto o más tarde dentro de unos límites más amplios. La cuantía de la pensión a cobrar es la producida por toda la aportación hecha.
La cuantía de las pensiones depende de lo que uno aportó y capitalizó, sin intervención de las autoridades. No hay límites ni intervalos.
El pensionista decide si cobrar todo como renta o una parte de golpe, por ejemplo para poner un negocio o cancelar su hipoteca u otras deudas.
El pensionista generalmente cobrará lo mismo o más que cuando trabajaba.
El jubilado siempre tendrá una pensión digna, equivalente cuando menos al salario mínimo, porque durante los periodos en que un trabajador no puede cotizar lo hace por él el Estado con cargo a un fondo de solidaridad, nutrido con un pequeño porcentaje de las aportaciones de los demás trabajadores.
Efectos del sistema
El monto de las pensiones no depende de los políticos, que no pueden decidir sobre su cuantía ni sobre sus otras características. Por lo tanto, las pensiones y su gestión están libres de cualquier manipulación política. Los electores no tienen en cuenta el factor pensiones al decidir su voto, porque saben que no influirá en su pensión.
El trabajador paga para sí mismo y su familia, más una aportación razonable al fondo de solidaridad que cotiza por quienes no pueden.
Los trabajadores perciben la cotización como una inversión y quieren cotizar más cuando pueden.
Los trabajadores no tienen dudas sobre si van a cobrar o no. Ven cada mes en su extracto la evolución exacta del capital y una proyección hasta su fecha estimada de jubilación.
Los trabajadores saben con exactitud si el Estado está gestionando bien su capital, caso por caso, y pueden por lo tanto reaccionar. Además, pueden introducirse gestores alternativos al Estado para estos fondos (siempre públicos), como ya se hace el caso de las mutuas de accidentes.
El trabajo no se ve encarecido (ni abaratado) por el sistema de pensiones, ya que el ahorro obligatorio (y su extensión voluntaria) no es proporcional al ratio trabajadores/pensionistas.
El sistema es equitativo con independencia de la edad. Los jóvenes son quienes más quieren contribuir, conscientes de estarse labrando un futuro con la aportación de cada mes.
El sistema mantiene y generalmente incrementa el poder adquisitivo de los mayores, que pasan a ser un colectivo económicamente bien situado: es lo lógico, ya que llevan toda una vida trabajando, ahorrando e invirtiendo. Los ancianos normalmente ayudarán a sus hijos y nietos, no al revés. El anciano es una persona libre que no depende de la caridad de sus descendientes ni de la solidaridad pública.
El sistema de capitalización es transparente, y allí donde está en vigor mantiene y aumenta el valor de los fondos de los trabajadores.
El sistema de capitalización preserva la libertad y la seguridad durante la vida laboral y durante la vejez.
ARP Asociación para la reforma de las pensiones
¿Cómo funciona el sistema?
Igual que en el sistema “de reparto”, cada trabajador y su empresa contribuyen mensualmente para la futura pensión.
La diferencia estriba en que el dinero entregado sí genera derechos directos para el trabajador. A lo largo de su vida laboral, el trabajador conoce la evolución del monto cotizado para su futura pensión, ve estimaciones y proyecciones y sabe exactamente cuánto tiene acumulado en cada momento.
Naturalmente, una parte razonable de su aportación se destina al fondo de solidaridad que cotiza por quienes no pueden hacerlo. Si lo desea, el trabajador puede cotizar de más cuando le van bien las cosas, y así mejora su futura pensión.
Si en otra época le va peor, puede solicitar una exención de cotización temporal equivalente como máximo al excedente aportado en épocas anteriores.
El sistema permite al trabajador adelantar o atrasar unos años su jubilación, proporcionándole una flexibilidad que el actual sistema no ofrece. Además tiene la tranquilidad de saber que, si algo llega a sucederle, sus herederos podrán recuperar todo lo que pagó (en la actualidad, en esos casos se lo queda el Estado).
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La reforma silenciosa del sistema de pensiones. |
Es es mecanismo sigiloso por el que el modelo contributivo se va convirtiendo, poco a poco, en asistencial y que provoca que haya que cotizar mucho más para recibir mucho menos.
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