Manolo, el jubilado, le cuenta a su amigo Pepe:
El otro día fui a un edificio público a presentar una documentación, sin tardar en la gestión ni cinco minutos.
Cuando salí, un policía local estaba poniendo una multa por estacionamiento prohibido.
Rápidamente me acerqué a él y le dije:
-¡Vaya hombre, no he tardado ni cinco minutos...!
Dios le recompensaría si hiciera un pequeño gesto para con un jubilado...
Me ignoró olímpicamente y continuó rellenando la nota de la infracción.
La verdad es que me pasé un poco y le dije que no tenía vergüenza.
Me miró fríamente y empezó a llenar otra nota alegando que, además, el vehículo no tenía la pegatina de la ITV.
Entonces levanté la voz para decirle que me había percatado de que estaba tratando con un cabrón, que le habían dejado entrar en la Policía porque no servía para otra cosa...
Él acabó con la segunda denuncia, la colocó debajo del limpiaparabrisas, y empezó con una tercera, no me achiqué y estuve así durante unos 20 minutos llamándole de todo, desde "sieso gilipollas", hasta hijo de p.....
Él, a cada insulto, respondía con una nueva nota de infracción. Con cada papel que rellenaba se le dibujaba una sonrisa que reflejaba la satisfacción de la venganza...
Después de la enésima denuncia... le dije: Lo tengo que dejar, porque...
¡Ahí viene mi autobús!
Tenías que haber visto la cara de gilipollas que se le puso al municipal.
Desde mi jubilación, ensayo cada día cómo divertirme un poco.
Es importante hacer algo a mi edad, para no aburrirme.
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