El comado terrorista que lo había secuestrado 48 horas antes cumplió su amenaza y le descerrajó dos tiros en la cabeza.
Aquel crimen, que ETA planteó como un ultimátum al Estado para lograr el acercamiento de presos, generó una reacción ciudadana de rechazo a la banda y su entorno sin parangón.
Los partidos cerraron filas, millones de personas salieron a las calles a exigir el final de la violencia y ETA -que siguió matando mientras pudo- no se sobrepuso nunca al rechazo que suscitó su exhibición de crueldad y sadismo.
La muerte de aquel muchacho fue el revulsivo que necesitaba la sociedad española para rebelarse contra ETA, lo que ha llevado a expertos en terrorismo y periodistas especializados a afirmar que con la vil ejecución de Miguel Ángel Blanco la banda terrorista se suicidó.
La memoria necesaria
ETA ha sido vencida, pero es importante y necesario recordar la singularidad de este crimen terrorista y sus consecuencias, más allá de la efemérides.
Lo que de contribución tuvo para la toma de conciencia ciudadana y unidad frente al terror. Lo mucho que le debe en definitiva la sociedad española a aquel joven concejal del PP.
Aquel torrente de unidad cívica y política, que se dio a conocer como el espíritu de Ermua, ha parecido desvanecerse un poco. Los dirigentes políticos actuales deben preservar ese espíritu para ganar la batalla del relato, una vez ETA claudique del todo.
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Euskadi Ta Askatasuna —expresión en euskera traducible como «País Vasco y Libertad»—, más conocida por sus siglas ETA, es una organización terrorista nacionalista vasca que se proclama independentista, abertzale, socialista y revolucionaria.
Euskadi Ta Askatasuna se constituyó en 1958. Inicialmente también se consideró el nombre Aberri Ta Askatasuna ('Patria y Libertad'), pero fue descartado porque su acrónimo ATA significa «pato» en euskera vizcaíno.
Algunos autores consideran que la primera víctima mortal fue la niña de 22 meses, Begoña Urroz Ibarrola, fallecida el 27 de junio de 1960 al explotar una bomba en una consigna de la estación de Amara en San Sebastián.
Miguel Ángel Blanco: cronología de 100 horas de angustia, drama, rabia y dolor
Existe el convencimiento generalizado de que si ETA hubiera asesinado a Miguel Ángel Blanco en la estación de tren de Eibar en vez de secuestrarlo para darle muerte 48 horas después, al expirar el ultimátum dado al Gobierno de José María Aznar, no hubiera surgido la rebelión cívica que dio lugar al ‘espíritu de Ermua’. Pero con su chantaje, la banda terrorista provocó una respuesta ciudadana nunca antes vista, espoleó a una sociedad que había permanecido de forma mayoritaria en silencio ante los crímenes de ETA y, en cierto, modo comenzó a cavar de forma inconsciente su propia tumba.
Más de un millón y medio de personas se manifestaron en Madrid tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el 14 de julio de 1995
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