Este pasado viernes ha despegado la primera misión privada a la Estación Espacial Internacional. La misión Axiom -1 a bordo de una nave de SpaceX.
La Ax-1 estará comandada por el exastronauta de la NASA de origen español Miguel López-Alegría, con una larga experiencia en cuatro misiones anteriores al espacio.
Los otros tres civiles son el estadounidense Larry Connor, que servirá como piloto; el canadiense Mark Pathy y el israelí Eytan Stibbe, estos dos como especialistas de la misión durante la que realizarán “actividades científicas, de divulgación y comerciales”. Los cuatro tripulantes permanecerán diez días en el espacio.
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¿Cuándo se hará el primer Viaje Interestelar a Alfa Centauri?
A pesar de que la humanidad no ha explorado aún a fondo los planetas y lunas de nuestro sistema solar la Nasa ya tiene fecha para el primer viaje interestelar.
Ya hay un plan para alcanzar el sistema de Alfa Centauri la estrella más próxima a nosotros a sólo 43 años luz de distancia o lo que es lo mismo a casi 41 billones de kilómetros de la tierra.
La fecha elegida será el 2069 porque justo es cuando se cumplirán 100 años de la llegada del primer hombre a la Luna.
Sin duda las primeras naves interestelares dentro de medio siglo serán sondas robots no tripuladas.
Es necesario hacer progresos en el desarrollo de los viajes interestelares por el futuro de la humanidad.
Si este plan se convierte finalmente en una misión oficial la Nasa investigará en las próximas décadas varias tecnologías capaces de acelerar una nave a un 10 por ciento de la velocidad de la luz lo que permitiría alcanzar Alfa Centauri en alrededor de unos 40 años.
Muy poco tiempo si consideramos que con la tecnología actual tardaríamos más de 30 mil años en llegar hasta allí.
Alfa Centauri es un sistema formado por tres estrellas diferentes: las dos principales Alfa Centauri A y Alfa Centauri B se orbitan mutuamente y la tercera Próxima Centauri que probablemente esté solo de paso es la estrella más cercana a nuestro sol, su vecina inmediata.
Recordemos que el sistema cuenta por lo menos con un planeta, Próxima B, es muy similar a la tierra rocosa y del mismo tamaño que nuestro propio mundo.
Próxima B se encuentra además en la zona de habitabilidad de su estrella, es decir a la distancia adecuada para que las temperaturas de su superficie permitan la existencia de agua líquida.
Próxima B se ha convertido en uno de los mejores exoplanetas candidatos a albergar vida y su cercanía lo ha puesto como punto de mira en ser observado por futuros telescopios y para un viaje interestelar.
Los científicos del laboratorio de propulsión a reacción un centro dedicado a la construcción y operación de naves espaciales no tripuladas para la Nasa han explicado cuáles serían los objetivos científicos de la misión.
El primero y más importante será buscar signos de vida en el sistema vecino, pero también se han incluido el estudio de la composición de la materia y la radiación que la nave encuentre en su camino a través del vasto espacio interestelar.
Así como la realización de experimentos que pongan a prueba la relatividad general.
A su llegada a Alfa Centauri la sonda deberá observar el sistema, determinar si contiene más planetas y analizar tanto la atmósfera como la superficie de Próxima B en busca de agua y signos que revelen la presencia de vida.
Según el plan unos años después del lanzamiento la Nasa enviaría un gran telescopio al espacio profundo.
Allí se posicionaría de forma que la luz de Alfa Centauri roce nuestro sol creando una lente gravitacional que nos permita obtener una vista completa del exoplaneta según ha declarado la científica Syacy Weinstein-Welss, autora principal del documento que plantea la misión ha confirmado que podremos caracterizar la atmósfera y podremos ver el planeta suponiendo que no esté cubierto de nubes.
Las técnicas para detectar vida una vez en órbita incluyen la búsqueda de estructuras artificiales el encendido y apagado de luces y la búsqueda de modificaciones de la Tierra a gran escala.
Por supuesto el mayor desafío para culminar con éxito la primera misión interestelar de la humanidad pasa por desarrollar una tecnología de propulsión que sea realmente capaz de alcanzar el objetivo en un plazo de tiempo razonable.
Una tecnología por cierto que aún no existe más que en el papel.
Tenemos varias opciones prometedoras desde la propulsión nuclear a motores de antimateria y por supuesto las velas solares impulsadas por láser.
Es el mismo sistema que se propone utilizar en el proyecto Breakthrough Starshot de Stephen Hawking y que consiste precisamente en enviar a Alfa Centauri un enjambre de micro naves de apenas unos centímetros de longitud. enlace video
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Sin duda dentro de unos años podremos caracterizar las atmósferas de los planetas descubiertos y al cabo de unas décadas visitar esos planetas en sonda robot.
Quizá dentro de unos siglos la primera nave tripulada llegue a Alfa Centauri,
La velocidad del navío interestelar se acerca a un décimo de la velocidad de la luz la tripulación tendrá que estar más de 40 años navegando por el espacio.
Los astronautas que vuelen al sistema Alfa Centauri se pasarán la primera mitad del viaje moviéndose en dirección a la estrella y la segunda mitad la pasarán frenando la velocidad para no sobrepasar el destino. Este es el futuro que verán nuestros descendientes. Lo que encontremos allí seguramente cambiará la naturaleza humana para siempre.
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¿Qué pasaría si viajamos a la velocidad de la luz?
La velocidad de la luz es un límite teórico que no se puede igualar o superar por ningún objeto con masa.
Solo los fotones, partículas sin masa pueden llegar a ese límite. Supongamos que conseguimos los medios para acercarnos lo máximo posible a esa velocidad.
Si viajamos a la velocidad de la luz en el espacio que nos pasaría.
La velocidad de la luz es un límite teórico que no se puede igualar o superar por ningún objeto con masa, solo los fotones, partículas sin masa pueden llegar a ese límite.
Supongamos que conseguimos los medios para acercarnos lo máximo posible a esa velocidad, ¿pero qué pasa si viajamos a la velocidad de la luz?
El universo es extraño pero se vuelve aún más extraño cuando viajamos a la velocidad de la luz, como sabréis el tiempo y el espacio no son constantes como nos pensamos, la distancia entre dos puntos varía según la velocidad a la que nos movamos y lo mismo pasa con la velocidad a la que pasa el tiempo no es siempre la misma.
Esto es lo más importante que ocurre cuando vamos a la velocidad de la luz y la causa de todos los efectos raros que vamos a ver a continuación.
Como siempre tenemos que mencionar que es imposible que viajemos a la velocidad de la luz, porque según la ecuación de Einstein necesitaríamos una energía infinita.
Vamos a suponer que poseemos una tecnología fantástica que nos permite viajar al 99 por ciento de la velocidad de la luz y si estuviésemos en una nave espacial que sentimos cuando viajamos a la velocidad de la luz.
La verdad es que no sentiríamos nada, uno de los principios más antiguos de la física y la relatividad de Galileo establecen, que es imposible sentir cuándo nos movemos y cuándo no.
Esto quiere decir que mientras no aceleremos da igual la velocidad a la que nos movamos, nosotros no tendremos sensación de velocidad ni podremos hacer ningún experimento que nos permite saber que viajamos a la velocidad de la luz es por eso que los efectos siempre deben compararse con otra persona u objeto, por ejemplo una que se quede en la tierra.
Ahora mismo todos nosotros estamos viajando a una enorme velocidad por el espacio y no lo notamos porque la velocidad es constante, estamos rotando a 1.670 kilómetros por hora y a 107.208 kilómetros por hora alrededor del sol.
A su vez seguimos al sol por la galaxia a 792.000 kilómetros por hora, pero aquí no acaba la cosa y es que toda la galaxia también se encuentra en constante movimiento a través del universo.
La vía láctea se desplaza con destino a la galaxia Andrómeda y lo hace a una velocidad de 468.500 kilómetros por hora y también se encuentra viajando hacia la constelación Hydra, el Gran Atractor (que es una anomalía gravitatoria del espacio intergaláctico, que revela la existencia de una concentración local de masas, equivalente a decenas de miles de veces la masa de la Vía Láctea) aproximadamente a 2 millones de kilómetros por hora.
Si sumamos la velocidad de rotación y traslación de la tierra y a eso le adicionamos la velocidad del sistema solar y la de la galaxia obtenemos un número que ronda los 3.500.000 kilómetros por hora, esa es la velocidad real a la que nos movemos ahora.
Por supuesto la velocidad es constante, si la tierra dejará de girar de repente todos nosotros nos iríamos a tomar viento, los que no murieran aplastados seguirían volando a más de mil kilómetros por hora superando la velocidad del sonido.
Luego todas las personas y edificios volveríamos a caer en algún lugar de la tierra, no quedaría prácticamente nada de nosotros y eso sería en el mejor de los casos.
Pero volvamos con la velocidad de la luz asumiremos que la velocidad de la luz la alcanzamos con una aceleración suave para evitar la muerte por excesiva aceleración.
Para conseguir esto deberíamos acelerar durante un año hasta alcanzar los casi 300.000 kilómetros por segundo.
En muchas películas de ciencia ficción vemos cómo la nave acelera de repente sin tener en cuenta las consecuencias físicas de la inercia así que la nave debería tener un sistema altamente desarrollado para eliminar la inercia.
En el caso de que construyéramos una nave con energía infinita y sin inercia tendríamos otros problemas. El principal impedimento de un viaje interestelar no es la parte tecnológica que podríamos dominar en cuestión de siglos sino el peligroso medioambiente espacial como bien sabe los astronautas que pone en relieve una vez más la fragilidad del cuerpo humano.
Si nos desplazáramos a casi 300.000 kilómetros por segundo a través del espacio exterior moriríamos en cuestión de segundos.
Si bien la densidad de partículas es muy baja en el vacío a gran velocidad los pocos átomos de hidrógeno por centímetro cúbico incidirían contra la proa del vehículo con una aceleración similar a la que se alcanza en el gran colisionador de hadrones adquiriendo así una energía de 10000 Sievert por segundo.
Teniendo en cuenta que la dosis mortal para un ser humano es de unos 6 Sieverts este haz de radiación dañaría la nave y destruiría todo rastro de vida en su interior.
Según las mediciones de los científicos de la universidad de Johns Hopkins ningún blindaje frontal sería capaz de librarnos de la radiación ionizante.
Un tabique de aluminio de 10 centímetros de grosor absorbería menos del 1% de la energía y su tamaño no podría ser aumentado ilimitadamente sin comprometer con ello las necesidades energéticas del sistema de propulsión.
Además del hidrógeno atómico la nave tendría que resistir la erosión del polvo interestelar con lo que las posibilidades de ver su estructura pulverizada aumentarían considerablemente.
Como solución habríamos de conformarnos con alcanzar velocidades de sólo un 10% de la velocidad de la luz en una nave generacional que nos permitirían viajar a la estrella más cercana Próxima Centauri en el plazo de una vida humana ya que los 4,22 años-luz de distancia se tornarían en 40 años de viaje
Pero suponemos que también hemos logrado construir una nave con un súper blindaje y un escudo tecnológicamente avanzado que nada pueda superar, ni siquiera la radiación.
Viajamos a la velocidad de la luz y tenemos a un amigo que está en la tierra y que nos servirá como referencia.
La diferencia entre nuestro tiempo y nuestro espacio y los suyos va a dar lugar a situaciones muy curiosas, el tiempo y el espacio cambia cuando viajamos a la velocidad de la luz
Cuando viajamos a casi a la velocidad de la luz el tiempo pasa mucho más despacio para nosotros que para nuestro amigo en la Tierra, nosotros no lo notaremos, vemos que nuestros relojes van a la misma velocidad pero cuando volvamos a la tierra veremos que él ha envejecido mucho más que nosotros.
Después de nueve meses y medio en viajar por el espacio al 99 9999% de la luz vemos que en la tierra han pasado más de 56 años.
Hay tres cosas importantes que ocurren cuando viajamos a una velocidad cercana a la de la luz, la primera es la dilatación del tiempo, a casi la velocidad de la luz el tiempo nos corre más despacio pero lo curioso es que nosotros no lo notaríamos.
Veríamos pasar 10 minutos en el reloj pero para los observadores terrestres podrían ser 11’6 horas es decir cada segundo de la nave son 70 segundos para nuestro amigo en Tierra.
La segunda es la aberración nuestro campo de visión se contrae hasta hacerse una ventana diminuta en forma de túnel, la tercera el efecto doppler, las ondas de luz provenientes de las estrellas que están a la vista se aglomeran de modo que los objetos espaciales se ven azules con un destello de luz. En cambio las estrellas que quedan detrás se esparcen y lucen rojizas.
Si aumentas tu velocidad la experiencia visual se hace tan intensa que parece como si todo se desvaneciera, hay que recordar que esto no significa que veamos la realidad distorsionada por un fallo de nuestros sentidos, sino que cuando viajamos a la velocidad de la luz la distancia y el tiempo realmente.
Varían cientos de experimentos han confirmado que estos efectos son reales y medibles no una ilusión no un truco matemático, por tanto aunque podamos construir naves que llegarán a aproximarse a la velocidad de la luz tendríamos un gran problema con el tiempo.
En el resto del universo todo van más deprisa como hemos visto el tiempo solo pasa más despacio cuando nos movemos a altas velocidades, sobre todo cuando nos movemos a velocidades cercanas a la de la luz.
Aunque la tripulación de una nave cuasi lumínica pueda cruzar la galaxia en unas décadas durante su viaje habrán pasado más de 100.000 años para el resto del universo que no se mueve a la misma velocidad
Como resultado en cuanto la tripulación vuelva a su planeta natal tras completar su misión en la otra punta de la galaxia todos sus seres queridos habrán muerto hace mucho tiempo y es posible que el mundo sea un lugar completamente irreconocible para ellos dependiendo de cuánto tiempo hayan pasado dando vueltas por el espacio.
Por eso el viajar en una nave de este tipo sería un viaje sin retorno, no es un escenario especialmente atractivo para los astronautas que tengan pensado volver a ver a su familia y amigos, pero al menos teóricamente podríamos usar este método para mandar misiones no tripuladas al otro lado de la galaxia.
Así no serían necesarios los problemas y riesgos que traen consigo los sistemas de soporte vital, como la animación suspendida durante miles de años, o construir una especie de nave generacional en la que sean los descendientes de los astronautas originales quienes lleguen al destino seleccionado.
Sin duda el vasto universo ahora mismo nos parece demasiado grande para cruzarlo en nuestros lentos navíos pero seguramente llegará un día que descubriremos energías alternativas y avances tecnológicos que no podemos ni imaginar y si estamos preparados para ello nuestro futuro será navegar entre las estrellas.
La gente pronto viajará a otras galaxias, y aquí está el cuándo.
¿Qué pasaría si la Galaxia de Andrómeda chocara con la Vía Láctea? En 4.500 millones de años, toda nuestra Vía Láctea experimentará un incidente increíble. La galaxia de Andrómeda nos golpeará a gran velocidad. Como resultado de la colisión, algunas estrellas serán arrojadas al espacio distante, mientras que otras formarán nuevos sistemas solares. Pero lo más probable es que toda la vida en la nueva galaxia Lactomeda o Lacdromeda dejará de existir. Pero miremos hacia el futuro y descubramos qué nos pasará.
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España sólo ha tenido en órbita a dos paisanos: Miguel López-Alegría, nacido en España, pero criado desde muy temprano en Estados Unidos; y el famoso Pedro Duque que, a día de hoy, ocupa el puesto de ministro de Ciencia. Aunque Duque llegó al espacio después, se le considera el primer astronauta español porque López-Alegría renunció a su nacionalidad española.
De todas formas, López-Alegría nunca renegó de sus raíces y se dice que llevó al espacio un banderín del Real Madrid y otro del Club Deportivo Badajoz.
Sin embargo, en los próximos meses nuestro país tiene la oportunidad de engrosar su lista de astronautas.
La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) ha convocado un nuevo proceso de selección con cinco plazas vacantes, una de ellas para una persona con discapacidad física. España es el quinto país que más candidatos ha presentado con más de 1.300 aplicantes, de los cuales 299 son mujeres. El plazo de inscripción terminó el pasado 18 de junio.
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Entre todos los candidatos españoles que se han presentado se encuentra Javier Santaolalla (Burgos, 1982), que es físico y uno de los youtubers dedicados a la divulgación científica con más seguidores.
Este científico que ha encontrado en la comunicación en internet una de sus pasiones pasó por el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) en Ginebra haciendo su doctorado y colaboró en el descubrimiento del bosón de Higgs.
En este momento, este aspirante se encuentra a la espera de que termine la primera fase de selección en la que se escoge un grupo que pasará las pruebas más duras. El proceso puede llegar a durar unos dos años donde los candidatos pasarán pruebas muy variadas: "Buscan a gente que tenga un nivel alto de estudios, resolutiva, con facilidad para aprender y en un buen estado físico. Por eso, hay pruebas de todo tipo".
Así son las PRUEBAS MÉDICAS para ASTRONAUTA
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1.700.638 visualizaciones - 2 sept 2021
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Explica el BIG BAN (El instante de creación del universo hace 13.800 millones de años)
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play la última frontera
Javier Santaolalla, físico y aspirante a astronauta, nos lleva de viaje a lo largo de cuatro capítulos para conocer los grandes enigmas del universo.
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Manifiesto Amauta (Suscripción individual 3€/mes o 30€/año)
Aspirar a
conocer el universo en el que vivimos, desde el nacimiento del tiempo
hasta la aparición de la conciencia, es una de las aventuras más
disparatadamente geniales que hayamos emprendido como especie.
Si la Naturaleza te parece bella, ni te imaginas lo hermosa y fascinante que es cuando se la lee entrelíneas. Eso es lo que hace la ciencia. Y cuando algo nos fascina, ¡claro!, lo queremos compartir. Deseamos contagiar a los demás para que se emocionen con nosotros.
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