La detención de siete miembros de los CDR por la Guardia Civil ha permitido conocer cuáles eran los planes de los independentistas para protestar contra la sentencia del Supremo. Dos de ellos han confesado ante el juez que ya habían realizado en una cantera pruebas con explosivos, que pensaban utilizar para "hacer ruido" en protesta por la sentencia del 1-O.
Los detenidos tenían todos los componentes necesarios para fabricar
amonal (el explosivo utilizado por la banda terrorista ETA en algunos de sus atentados más mortíferos), además de 20 manuales sobre fabricación de explosivos y los planos de una casa cuartel de la Guardia Civil.
La información recogida por la Guardia Civil apunta a que pretendían realizar varios atentados contra infraestructuras ferroviarias, de comunicaciones y una casa cuartel del Instituto Armado. Esta escalada de terror para poner en jaque a las instituciones debía culminar con el asalto y la ocupación del Parlament durante cinco días.
Quim Torra conocía los planes
Uno de los detenidos confesó ante el juez que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, conocía estos planes y que iba a facilitar que asaltaran el Parlament. Presumiblemente, dando instrucciones para evitar que los Mossos d’Esquadra intervinieran.
Lejos de desmarcarse de la violencia, el presidente Torra y su partido se han apresurado a calificar como "presos políticos" a los terroristas detenidos y han dado su apoyo a las movilizaciones convocadas para exigir su libertad.
Por su parte, TV3 ha recurrido al discurso sentimental mostrando, día y noche, el intenso sufrimiento de los familiares de los terroristas detenidos.
Los siete miembros de este comando terrorista no son ningunos desconocidos, sino que son destacados dirigentes del movimiento CDR, del que forman parte también los hijos de Torra.
Uno de los detenidos, Ferrán Jolís Guardiola, fue candidato de la CUP en las elecciones municipales del pasado mes de mayo y otro, Xavier Buigas Llobet, fue candidato de ERC en 2011. Otro de los detenidos, David Budria Altadill, fue entrevistado en el programa Tot es mou de TV3 el pasado día 19, para explicar su detención por participar en los altercados para intentar evitar el traslado de los presos golpistas desde la cárcel de Lledoners a Madrid.
La ‘vía eslovena’ de Torra
Todo indica que la detención de los siete terroristas ha dejado al descubierto la traca final que el Tsunami Democràtic de Puigdemont tenía previsto llevar a cabo para protestar por la sentencia del 1-O: el asalto y ocupación del Parlament durante cinco días, con la connivencia de Quim Torra y los Mossos d’Esquadra, para declarar la independencia.
Los llamamientos del Tsunami Democràtic, a través de las redes sociales y sus canales de Telegram, debían asegurar una participación multitudinaria a estos actos. Todo ello, después de que los CDR hicieran uso de los explosivos que llevaban meses almacenando. Se trataba de dar un golpe definitivo a la democracia española.
El presidente Quim Torra se ha manifestado en varias ocasiones a favor de recurrir a la vía eslovena para lograr la independencia de Cataluña: es decir, un conflicto violento que se saldó con 60 muertos y varios cientos de heridos.
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ANTECEDENTES
La Segunda República Española fue el régimen democrático que existió en España entre el 14 de abril de 1931, fecha de su proclamación, en sustitución de la monarquía de Alfonso XIII, y el 1 de abril de 1939, fecha del final de la Guerra Civil, que dio paso a la dictadura franquista.
El 19 de noviembre de 1933 se celebró la primera vuelta de las segundas elecciones generales de la Segunda República Española para las Cortes y fueron las primeras en que las mujeres ejercieron el derecho al voto. Las elecciones dieron una mayoría parlamentaria a los partidos de centro-derecha y de derechas, dándose inicio al denominado bienio radical-cedista o bienio negro entre 1933 y 1936.
Tras las elecciones generales de 1933, los centristas del Partido Radical de Lerroux forman un gobierno monocolor minoritario apoyado por la Confederación Española de Derechas Autónomas, liderada por Gil Robles.
En Octubre de 1934, la CEDA, partido antirrepublicano, retira su confianza al gobierno radical y exige participar en el mismo, por lo que se incluyen tres ministros derechistas en el gabinete.
Los obreros se alarman por esta decisión, pues están viendo cómo la democracia parlamentaria burguesa ha abierto el camino al poder a los nazis en Alemania y a los fascistas en Italia,
y no están dispuestos a que en España suceda lo mismo permitiendo la derechización de una república que tanto les ha costado conquistar.
El día 5 de octubre, en Madrid, UGT declara la huelga general.
CNT no apoya la movilización por imposibilidad de hacerlo, pues, en la capital, la organización había sido prohibida y sus militantes perseguidos y vigiladas sus actividades, por lo que solo podía moverse en la clandestinidad. Los revolucionarios intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno, pero las fuerzas represivas a su servicio, después de dos horas de intercambio de disparos, dominaron la situación y encarcelaron a los dirigentes socialistas que apoyaron la sublevación.
En Bizkaia y Gipuzkoa los nacionalistas no apoyan la revolución, pero la UGT toma las cuencas mineras y las zonas industriales, manteniéndolas en su poder hasta el día 12, en que los obreros fueron vencidos por la intervención del Ejército.
En Aragón, Extremadura y Andalucía no cuajó la revolución porque los campesinos estaban ya agotados por las recientes luchas y huelgas que se produjeron durante los meses de marzo, abril y junio.
ASTURIAS
Fue en Asturias donde, gracias a las heroicas y decididas acciones de los mineros, la Revolución del 34 alcanzó su cénit. Se trató de una auténtica insurrección coordinada entre las diferentes fuerzas de la izquierda asturiana, agrupada bajo las siglas UHP (Uníos Hermanos Proletarios, Uníos Hijos del Proletariado o Unión de Hermanos Proletarios. Las tres versiones aparecen en carteles y panfletos de la época) En esta Alianza Obrera se encuadraron la Federación Socialista Asturiana del PSOE, la UGT, la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de la CNT, y las organizaciones trotskistas Bloque Obrero y Campesino (BOC) e Izquierda Comunista.
Los mineros disponían de armas y dinamita y la revolución estaba muy bien organizada. En Oviedo se proclamó la República Socialista Asturiana y se atacaron lo puestos de la Guardia Civil, los ayuntamientos y otras instituciones de los poderes burgueses.
A los tres días casi toda Asturias estaba en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo y desde el Gobierno se considera que la revuelta es una guerra civil en toda regla, por lo que Lerroux y Gil Robles deciden adoptar medidas enérgicas, entre las que destacan la de
llamar a los generales Goded y Franco (
que tenía ya experiencia por haber participado en la represión de la huelga general de 1917 en Asturias) para que dirijan el ataque contra los revolucionarios desde el Estado Mayor de Madrid. Estos recomiendan que se traigan de África tropas de la Legión y de los Regulares, pues tienen experiencia en combates
CATALUNYA
Muy distinta fue la acogida de la Revolución en Catalunya.
Se declara la Independencia de Cataluña (1934)
Barcelona despertó el 6 de octubre de 1934 bajo un profundo silencio.
Se repartía por sus calles una proclama con este título: «La República Catalana», que decía así:
«Pueblo catalán: en estos momentos propicios, en estos instantes de
exaltación, una vacilación constituiría un acto de cobardía que,
cualquiera que fuese el autor, Cataluña no perdonaría nunca.
El pueblo está a punto.
Las formaciones están movilizadas para lanzarse a la lucha tan pronto como suene la orden de acción.
¡Fuego al que pretenda cerrar el paso!
¡Nacionalistas!; si ahora no proclamamos la independencia de Cataluña, es porque no queremos.
Que escuchen nuestras autoridades este llamamiento que sale del fondo
del alma: obreros, intelectuales, idealistas en los que palpita un
anhelo de libertad.
¡A las armas por la República Catalana!»
Discurso de Companys.
El Presidente dio entonces lectura a la siguiente alocución que le había
sido facilitada momentos antes por uno de los que formaban el grupo:
«Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a
esta parte pretenden traicionar la República, han logrado su objetivo y
han asaltado el Poder.
Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra
las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que
predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy
el soporte de las actuales instituciones.
Los hechos que se han producido dan a todos los ciudadanos la clara
sensación de que la República, en sus fundamentales postulados
democráticos, se encuentra en gravísimo peligro.
Todas las fuerzas auténticamente republicanas de España y los sectores
socialistas avanzados, sin distinción ni excepción, se han alzado en
armas contra la audaz tentativa fascista.
La Cataluña liberal, democrática, republicana, no puede estar ausente de
la protesta que triunfa por todo el país, ni puede silenciar su voz de
solidaridad con sus hermanos que en tierra hispana luchan hasta morir
por la libertad y el derecho. Cataluña enarbola su bandera, llama a
todos al cumplimiento del deber y a la obediencia debida al Gobierno de
la Generalidad, que desde este momento rompe toda relación con las
instituciones falseadas.
En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno
que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña, proclama
el Estado Catalán en la República Federal Española, y al establecer y
fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra
el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el Gobierno provisional
de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso
impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República
Federal libre y magnífica.
El Gobierno de Cataluña estará en todo momento en contacto con el
pueblo. Aspiramos a establecer en Cataluña el reducto indestructible de
las esencias de la República. Invito a todos los catalanes a la
obediencia al Gobierno y a que nadie desacate sus órdenes, con el
entusiasmo y la disciplina del pueblo.
Nos sentimos fuertes e invencibles. Mantendremos a raya a quien sea,
pero es preciso que cada uno se contenga sujetándose a la disciplina y a
la consigna de los dirigentes. El Gobierno, desde este momento, obrará
con energía inexorable para que nadie trate de perturbar ni pueda
comprometer los patrióticos objetivos de su actitud.
Catalanes!: La hora es grave y gloriosa. El espíritu del presidente
Macià, restaurador de la Generalidad, nos acompaña. ¡Cada uno a su lugar
y Cataluña y la República, en el corazón de todos!
¡Viva la República! ¡Viva la libertad!»
Companys no solo fue un genocida de catalanes; fue un asqueroso miserable que firmó la pena de muerte de Sara Jordá Guanter que fue acusada de organizar una red para salvar la vida a personas que estaban en las ‘listas negras’. Obtenía documentación, firmas, sellos, salvoconductos, y organizaba expediciones a través de la frontera con Francia y Andorra que salvaron la vida a numerosos catalanes.
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Corría el año 1938 y teóricamente ya había desaparecido parte del terror, pues los anarquistas habían sido ‘controlados’.
Detenida finalmente, fue condenada a muerte por el ‘Tribunal de Alta Traición’, lo cual requería la firma de Lluís Companys para poder ejecutar la sentencia.
Sólo en julio de 1936, Lluís Companys había hecho fusilar a 199 militares de graduación de general a teniente. Poco le importó, o ya no quiso acordarse, que tras su revuelta del 6 de octubre de 1934 también había sido condenado a muerte.
Vergüenza en el año 2001 cuando el estadio olímpico de Barcelona pasó a llamarse Estadio Olímpico Lluís Companys, en homenaje a quien fuera presidente de la Generalitat de Catalunya durante la Guerra Civil.
***
El Consejo de la Generalidad notifica la proclamación al mando militar de Cataluña.
Después del acto de la Plaza de la República, el presidente
Companys, llamó telefónicamente al general Batet manifestándole que en
aquel momento acababa de proclamar el Estado Catalán.
El comandante militar le replicó:
«Como
catalán, como español y como hombre de humanidad, siento mucho lo
ocurrido, pues es un mazazo que me da en la cabeza. Asunto de tanta
gravedad no puedo resolverlo en un momento, y si usted ha tenido muchos
días para meditarlo, justo es que yo necesite siquiera el plazo de uno,
antes de resolver.»
Son las ocho y diez minutos de la tarde del 6 de octubre de 1934. Lluís Companys, presidente de la Generalitat, se asoma al balcón de la plaza de Sant Jaume y grita: «En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña (...) y proclamo el Estado catalán en la República federal española».
En medio del griterío, Companys deja claras sus intenciones: «Cataluña enarbola su bandera, llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta del Gobierno de la Generalitat». El discurso del máximo dirigente catalán termina en medio de una multitud ensordecedora: «¡Cada uno a su lugar y Cataluña y la República en el corazón de todos!».
En ese mismo instante quedaba proclamado el Estado catalán. Companys tomó la decisión después de que entraran en el Gobierno de la República tres ministros de la CEDA (Confederación de Derechas Autónomas). Armado con 400 mossos, 3.200 guardias de asalto y más de 3.400 militantes armados (datos que aporta la actual Generalitat en su web), Companys convirtió Barcelona en una lluvia de metralla, fuego y explosiones.
El Gobierno español declaró el Estado de Guerra y encargó al general Batet que liderara el enfrentamiento en las calles contra los secesionistas. Las acciones violentas contra las iglesias y los clérigos se combinaban con la represión a los partidos de izquierdas y la abolición del Estatuto catalán.
Diez horas después del último grito de Companys desde el balcón de Sant Jaume, la República conseguía abolir el Estado catalán. El episodio terminó con todo el Gobierno de la Generalitat arrestado.
Companys sería capturado por la Gestapo durante su exilio en Francia y, más tarde, sería fusilado.
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Cómo fue aquel 6 de octubre de 1934 en el que estalló la revolución en Asturias y Cataluña
Aunque en Madrid se impone la calma, las noticias que llegan desde otros puntos de España son más alarmantes: en Asturias, el primer embiste de la revolución no ha podido contenerse. Los mineros han cargado las carabinas y las pistolas y han comenzado a pegar tiros en Mieres, Langreo, Campomanes o Pola de Lena. La cuenca donde están instaladas las mayores industrias se ha convertido un auténtico polvorín, una riada desbordada que grita consignas revolucionarias —“¡U. H. P.!” (¡Unión, hermanos proletarios!)— y comienza a organizarse en comités.
El foco de lujo que representa Oviedo, que muchos solo habían entrevisto en rápidos viajes desde sus miserables viviendas en el monte, ejerce en los mineros una atracción irresistible. Armados con los fusiles de los guardias caídos y con bombas de dinamita creadas por un minero llamado Feliciano Ampurdián, los obreros asturianos contrarrestan con explosiones el traqueteo de las ametralladoras de las fuerzas de la República —donde combate Juan Rodríguez Lobato, un militar anónimo que acabará siendo el abuelo del presidente Zapatero—, así hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento. Ampurdián y los suyos, excitados por el empoderamiento de la revolución, inician la toma del edificio consistorial. Subiendo por la escalera principal, un ráfaga de balazos le acribilla. Arrojando sangre por la boca, con la cara destrozada, aún es capaz de exclamar: “¡Quemadlos vivos!”.
El desorden y los saqueos se propagan por Oviedo; queda abolida la moneda y los comités revolucionarios implantan un régimen de vales. También se amenaza con la muerte a todas aquellas personas que reproduzcan noticias falsas —es decir, contra la revolución—. De la misma forma, se ordena el cierre definitivo de las tabernas y los cafés como método para luchar contra el alcoholismo y su consecuencia natural, el analfabetismo, como dice Pla. Por las calles y montes de toda Asturias los mineros repiten una y otra vez el mismo mantra: “¡Como en Rusia, hay que hacer como en Rusia!”.
Estado de guerra
Las informaciones referentes a otros incidentes que se registran en el norte —especialmente el asesinato del diputado tradicionalista Marcelino Oreja en Mondragón—, pero también en distintos puntos de todo el territorio español, van llegando a cuentagotas a la sede del Gobierno del presidente Lerroux, apoyado por la CEDA y cuyo mandato pende de un hilo.
El Consejo de Ministros decide declarar el estado de guerra en Asturias mientras el titular de la cartera de Gobernación, Eloy Vaquero, pide calma al pueblo a través de la radio: “Españoles, el orden público está garantizado. El Gobierno está firme y decidido a mantenerlo a todo trance por dolorosas que sean las medidas a adoptar. No toleraremos intento sedicioso alguno”.
Pero en Cataluña, al mismo tiempo que los mineros asturianos encienden la mecha de la revolución, está fraguándose un golpe de Estado. En los corrillos de la prensa y en las calles, donde la agitación se transforma en disturbios, se extiende el rumor de que Companys va a declarar la independencia de Cataluña. A las ocho de la tarde, la plaza de Sant Jaume está rebosante, a la expectativa del esperado mensaje del presidente catalán. Unos minutos más tarde Companys sale al balcón del Palacio de la Generalitat y anuncia la creación del “Estat catalá”:
“Las fuerzas que hasta ahora permanecían al lado del monarquizante y fascista Lerroux abandonan el camino del deshonor del Gobierno decadente y se suman a la revolución. La Cataluña liberal, democrática y republicana, no puede estar ausente de la protesta que triunfa por todo el país, ni puede silenciar su voz de solidaridad con los hermanos que, en las tierras hispanas, luchan hasta morir por la libertad y por el derecho. Españoles todos, salvad la República. A las armas, uníos, defendeos. ¡Viva la República! ¡Viva la libertad!”. Y a Companys lo aclaman como a un libertador.
La sensación de calma y tranquilidad huye de Madrid ante el vendaval que amenaza. El vértigo a un enfrentamiento social es cada vez más pronunciado. Hasta los vendedores ambulantes que vociferan sin cesar corren a guarecerse. Entre las ocho y las nueve de la noche, los radicales intentan asaltar con fuego de ametralladora el Ministerio de Gobernación, el de Comunicaciones, la Telefónica y otros centros policiales. La escalada de tensión es de tal envergadura que el presidente Lerroux se ve obligado a proclamar el estado de guerra en todo el territorio.
A las diez de la noche lo anuncia oficialmente a través de la radio: “Españoles, la hora de la presente rebeldía, que ha logrado perturbar el orden público, llega a su apogeo (...) El Gobierno declara que ha esperado hasta agotar todos los medios que la ley pone en sus manos, sin humillaciones ni quebrantos de su autoridad. En las horas de paz no escatimó la transigencia; declarado el estado de guerra, aplicará, sin debilidad ni crueldad, pero enérgicamente, la ley Marcial (...) Estad seguros de que ante la revuelta social de Asturias y ante la posición antipatriótica de un Gobierno de Cataluña que se ha declarado faccioso, el alma entera del país entero se levantará en un arranque de solidaridad nacional”.
En Barcelona, el general Batet rechaza la creación del Estado catalán y, conminado por Lerroux, ordena al Ejército tomar los puntos neurálgicos de la Ciudad Condal para sofocar la revuelta. Tras una noche de cañonazos, tiroteos y más de medio centenar de muertos, a pesar de intentar dominar la situación con el menor grado de destrucción y violencia posibles, las tropas de Batet penetran en las dependencias de la Generalitat con los primeros rayos de sol del domingo 7 de octubre y detienen a Companys y varios miembros de su Gobierno.
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Octubre duró 24 horas en Barcelona y 15 días en Asturias
A la hora en que Companys se rendía en Barcelona, los revolucionarios de Asturias habían tomado por la fuerza (en varias y no pocas ocasiones a golpe de dinamita) la práctica totalidad de los 95 cuarteles de la Guardia Civil que se repartían en la región, se habían impuesto en batalla abierta en La Manzaneda a tropas policiales y militares lo que les permitió entrar en Oviedo hasta la plaza del Ayuntamiento.
Dominaban también las fábricas de armas de Trubia y de La Vega, en la capital, lo que les permitió ampliar su arsenal y contar con cañones y, además, se preparaban para hacer frente en Campomanes a la llegada de batallones regulares llegados desde la meseta.
La revolución sí había triunfado en Asturias y si pudo ser dominada fue porque había fracasado en el resto del país, donde además de Cataluña, se produjeron altercados --prontamente controlados por el Gobierno de la República-- tanto en Madrid como en el País Vasco.
El vídeo contiene algunas inexactitudes.
Franco no tiene el mando directo de las tropas que sofocan la sublevación de Asturias.
El 6 de octubre, tras un consejo de ministros subido de tono, el gobierno central tomó medidas para acabar con la revuelta en Asturias, región en la que la situación era dramática.
El presidente Niceto Alcalá-Zamora decidió encargar a López Ochoa la represión de la revolución. El militar era considerado como uno de los más firmes defensores del régimen establecido, además de masón. Le había pedido que realizara esa tarea precisamente porque esperaba limitar al mínimo el derramamiento de sangre»
Sin embargo, la llegada de malas noticias desde Asturias (donde los revolucionarios no tardaron en tomar Gijón, Avilés, parte de Oviedo y la fábrica de armas de Trubia) hizo que el ministro de guerra, Diego Hidalgo (del Partido Radical) decidiera cambiar de rumbo. «El ministro, con el consentimiento de Lerroux, decidió entonces llamar a Francisco Franco para ordenarle que se encargara del restablecimiento del orden, otorgándole carta blanca para emplear los medios que creyera necesarios»
Luego hay una afirmación de carácter machista, como que las mujeres votaron a la derecha porque estaban influenciadas por la Iglesia.
Franco no conoció a Carmen Polo durante la Revolución de Asturias en 1934..¡se conocieron en 1917. En la huelga general del 10 de agosto de 1917 el Ejército reprime a los huelguistas y, aunque en el resto de España es sofocada en una semana, en Asturias los mineros se hicieron fuertes y prolongaron los disturbios durante casi veinte días. Franco dirigió la represión allí.El 22 de octubre de 1923 se celebra la boda de Franco y Carmen Polo, en Oviedo, .