“Te escribí cuando salió el artículo de lo de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier.
Sabemos quién eres, sabemos quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you)”.
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La historia de Letizia Ortiz Rocasolano parece un cuento de hadas, pero no lo es.
Llegar a ser reina de España le costó a esta mujer, hija de una enfermera y un periodista, renunciar a las tres cosas más preciadas que tenía en 2003: su prometedora carrera profesional, su estabilidad emocional y, lo más importante para ella: su libertad.
A continuación, los sacrificios que ha tenido que hacer para pasar de plebeya a reina.
1. DEJAR SU PROMETEDORA CARRERA
Letizia, nacida el 15 de septiembre de 1972 en Oviedo, capital de Asturias, se hizo periodista porque tenía un sueño: llegar algún día a tener un noticiario en televisión.
Niña inquieta e inteligente, amante del ballet y estudiante dedicada, desde los 18 años comenzó a colaborar para la agencia EFE, el diario ABC y el diario La Nueva España.
Tras estudiar Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, hizo una maestría en Periodismo Audiovisual y con una beca viajó a Guadalajara (México) para comenzar sus estudios de doctorado (que no terminó) y trabajar en el Diario Siglo XXI.
En su ascendente carrera trabajó también para Bloomberg TV y CNN Plus, y en el año 2000 llegó a Televisión Española, donde cubrió noticias como los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y la guerra de Irak, pero también cumplió su sueño: por fin logró tener un noticiario matutino.
Su carrera iba en ascenso (incluso ganó el Premio Larra de la Asociación de Prensa española a la mejor periodista menor de 30 años); sin embargo, el sueño terminó pronto. En noviembre de 2003 se anunció su compromiso y tuvo que dejar su profesión.
2. CASARSE CON EL ESTRÉS
La Casa de Su Majestad el Rey de España anunció el 1 de noviembre de 2003 el compromiso matrimonial de la periodista con el príncipe Felipe de Borbón.
La boda de Estado se celebró el 22 de mayo de 2004 en la catedral de la Almudena de Madrid. En este momento, Letizia Ortiz Rocasolano se convirtió, de acuerdo al Real Decreto sobre Títulos y Denominaciones de la Corona, en princesa de Asturias.
Letizia tenía un objetivo claro al casarse con Felipe: dar un heredero a la Corona. Este se cumplió el 31 de octubre de 2005 con el nacimiento de una princesita, Leonor.
Pero tan pronto como la heredera y su hermana, la infanta Sofía, se inscribieron al “cole” de Santa María de los Rosales, donde estudió Felipe, se comenzó a conocer la cara sobreprotectora de Letizia, fruto de todas las presiones que tenía.
Quiere que hablen inglés con naturalidad y por eso contrató a nanas británicas. En palacio se dice que prohíbe a Leonor llorar en público y aceptar regalos. Y que la hora de dormir no es negociable. “No hay niñas más educadas que Leonor y Sofía”, dicen allegados.
3. RENUNCIAR A LA LIBERTAD
A Letizia le gusta la independencia. A los 24 años se mudó a Guadalajara para hacer un doctorado, como periodista hizo coberturas en varios países y, ya como princesa, son famosas sus escapadas de fin de semana sola o con amigas.
Sin embargo ahora, como reina, deberá decirle adiós a sus aventuras en aras del protocolo.
La tarde de noviembre de 2003 en la que se anunció su compromiso con Felipe de Borbón, Letizia hizo una promesa: se declaró “con ganas, con ilusión, con fuerza y con vocación de servicio a los españoles”. “Tengo el ejemplo impagable de la reina”, dijo refiriéndose a Sofía de Grecia, su suegra.
La exigencia es alta para las reinas. Lo fue con Sofía, su ejemplo. Letizia eligió dejar su anterior vida para servir a España. Es su momento de cumplir.
Letizia Ortiz Rocasolano se dedicó a aprender a la perfección todo el protocolo y obligaciones de su nuevo papel como Princesa de Asturias y futura Reina de España, logrando con ello la aceptación del pueblo español.
Ahora Letizia se desenvuelve con tanta naturalidad "Un beso compi yogui (miss you)" que pareciera que siempre perteneció a ese mundo.
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* Javier López Madrid es un conocido empresario español que está
siendo investigado por financiar ilegalmente al PP. Sus iniciales,
figuran acompañadas de cifras con pagos en la agenda incautada por la
Guardia Civil a Francisco Granados, ex secretario general de los
populares madrileños ahora encarcelado.
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Carta abierta a Su Majestad la Reina de España del director adjunto de EL MUNDO, Iñaki Gil
Estimada Señora:
Permítame que me dirija a Usted con el tratamiento que como Reina de España merece. Además, no gozo del favor de pertenecer a su círculo de amistades como para llamarla simplemente Letizia, menos aún para apocoparla en Ltzia. Y, en ningún caso, osaría dirigirme a usted como "compi yogui". Porque no hago yoga. Y porque no soy su compañero. Ni su colega.
Me alegra conocer, Señora, que se encuentra Usted entre los más de seis millones de personas que leen cada mes La Otra Crónica en el sitio web elmundo.es. Quizá también se encuentre Usted entre los miles de lectores que disfrutan cada sábado del suplemento en papel del diario EL MUNDO o, como persona de su tiempo, se lo baje a su tableta desde Orbyt.
Respeto, por supuesto, su opinión sobre nuestro trabajo. Nosotros también opinamos sobre Usted. Aunque nunca hemos llegado a escribir de ninguna prenda que usted vista, de ningún comentario suyo, de ningún mohín que es "una mierda". Cierto es que su desprecio fue un mensaje privado. Incluso habiendo difundido su comentario eldiario.es y siendo reproducido por numerosas páginas web no espero de Usted una nota de disculpa. Quizá una aclaración. Al menos, un 'whatsapp'.
A mi juicio, las disculpas son lo de menos. Son gajes del oficio, del mío digo, no del suyo. Un rifirrafe entre periodistas. Lo de más es lo que sigue en su desafortunado mensaje a Javier López Madrid, empresario, consejero delegado del Grupo Villar Mir, al que la Fiscalía le pide un año y medio por apropiación indebida en el caso de las tarjetas black de Caja Madrid.
Sorprende que, cinco días después de conocerse la lista de beneficiarios del plástico opaco, usted se solidarice con él. Contrasta esta actitud con la salida fulminante de la Casa Real de otro beneficiario de las dádivas negras de la caja rescatada, Rafael Spottorno, consejero privado de su esposo, el Rey Felipe VI, que fue apartado del cargo.
En esos cinco días, ¿nadie a su servicio llamó al señor López para preguntarle si era verdad la acusación y qué pensaba hacer? ¿Acaso no fueron informados? ¿No dieron credibilidad a una noticia que la propia Caja confirmó?
Porque su mensaje parece dar a entender que usted se enteró por LOC de los problemas de su compañero de yoga: "Te escribí cuando salió el artículo de lo de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier.
Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)
¿Sabemos quién eres? Pues, Señora, espero que no. Que su augusto marido y Usted no conocieran las andanzas del señor López, al que un juez ha interrogado para saber si financió con 1,8 millones de euros de dinero negro al PP en el marco de la 'operación Púnica'. Espero que tampoco estuvieran al corriente de las tormentosas relaciones de su compañero de yoga con la doctora Pinto, que darían para algún capítulo castizo y sombrío a lo Grey.
Confío en que, ahora que se conocen mejor y, pese a la vieja amistad del señor López Madrid con su esposo, que se retrotrae a sus tiempos de compañeros de colegio en Los Rosales, ya no se quieran tanto y se respeten lo justo. Y que el presunto no sea invitado a su mesa. Lo demás, efectivamente, 'merde'. Me sorprende en todo caso la imprudencia de Usted, Señora, y de su marido al intercambiarse mensajes, más prudentes, cierto, los de Don Felipe.
Acaso no conoce su Majestad que este tipo de comunicaciones están expuestas a la indiscreción de cualquiera, empezando por el receptor y siguiendo por cualquier servicio exterior. O no tiene noticia de que los correos de la canciller Angela Merkel fueron leídos por los americanos.
Es cierto que cualquiera tiende a confiarse hablando o chateando con sus amigos y creo que esos comentarios pertenecen al dominio de lo privado. Pero una Reina no puede dejar de comportarse como tal ni un segundo. Ni permitirse confidencias que puedan perjudicar la reputación de discreción de la institución. Ni confianzas de "compi yogui" con alguien que se ha demostrado poco de fiar.
Ni escribir de forma despreciativa de una publicación. De humanos es errar y de sabios, rectificar. Por eso, todos los compañeros del diario EL MUNDO y muy especialmente los que hacemos La Otra Crónica, no esperamos sus disculpas. Nos basta con que nos permita seguir haciendo libremente nuestro trabajo, que fue el suyo, y con que nos siga leyendo.
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