Se da por sentado que el agricultor no dejará que las brevas maduren y por lo tanto que puedan, incluso caerse por tal motivo, restando esa fuerza necesaria para el crecimiento de los higos.
(Tal vez una U.E. más fuerte y grande)
¿Cuál es el origen del problema?
Está en la propia naturaleza de la Unión Europea y del Reino Unido, y se remonta a su propio nacimiento.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los países europeos continentales habían comprendido dos cosas: por un lado, que otro conflicto semejante era insostenible (Europa había atravesado por tres guerras entre 1870 y 1945), y por otro, que la recuperación pasaba única y exclusivamente por la cooperación pacífica y la colaboración entusiasta. Alemania y Francia lideraron el proyecto primitivo de la Unión Europea. El Reino Unido, sin embargo, se quedó al margen.
La guerra franco-prusiana (1870-1871) fue el conflicto más importante que se libró en Europa después de las guerras napoleónicas y previo a la Primera Guerra Mundial y terminó con la completa victoria de Prusia y sus aliados. La consecuencia más importante fue la creación del Imperio alemán.
Primera Guerra Mundial (1914-1918)
Segunda Guerra Mundial (1939.1945)
¿Por qué?
No hay una sola respuesta. El Reino Unido declinó la invitación a sumarse a la Comunidad Económica Europea en base a diversos motivos. Por un lado, su economía no había sufrido tanto durante la Segunda Guerra Mundial: al no ser invadida ni destruida por un ejército enemigo, creció. Por otro, la idea de un mercado común articulado en torno a diversos países europeos no parecía, entonces, tan atractiva como la Commonwealth y la constelación de colonias que habían sostenido la prosperidad del Imperio durante un siglo. Finalmente, el aislamiento de Europa era, una vez más, un anhelo nacional.
El Reino Unido siempre había caminado al margen del resto del continente. Tras las guerras napoleónicas, optó por el aislamiento y por la construcción de su imperio. El frágil equilibrio de principios de siglo XX le obligó a inmiscuirse de nuevo en asuntos continentales, pero existía cierta nostalgia por aquel estatus, más aún tras la victoria en la Segunda Guerra Mundial, entre las élites políticas. Sumado a una serie de gobiernos laboristas y conservadores que observaban en el mercado común, en la unión fronteriza y en la política agraria un proyecto antagónico al suyo, el país quedó fuera de la convergencia europea.
¿Cuándo se suma el Reino Unido a la unión?
Las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial pusieron de manifiesto la incapacidad británica para crecer al ritmo de sus competidores europeos. Francia, Bélgica, Alemania, Países Bajos e Italia lograron unos resultados espectaculares en apenas un puñado de años, gracias al Plan Marshall y a la colaboración mutua. De estados destruidos habían pasado a la vanguardia económica mundial. Entre tanto, un Reino Unido deprimido observaba cómo su economía se estancaba y cómo sus colonias se iban desgajando del Imperio una a una.
A principios de los sesenta, la resaca imperial resulta demasiado evidente para los gobiernos británicos.
En 1961, Reino Unido solicita su inclusión en la Comunidad Económica Europea, sólo cuatro años después del Tratado de Roma. Francia, por aquel entonces comandada por un Charles de Gaulle aún revestido de héroe nacional, vetó su entrada. De Gaulle acusó a los británicos de mentalidad "insular y marítima". En realidad, De Gaulle temía cierto reparto del equilibrio de poder europeo, pero también una readaptación drástica del mercado único para favorecer la adaptación británica. Un cambio inaceptable para la unión.
¿Llevaba razón De Gaulle? La tuviera o no, volvió a vetar su acceso en 1967. Entonces, los británicos comprendieron que mientras él estuviera en el poder, no habría posibilidad de incorporarse a la comunidad europea. La salida de De Gaulle y la entrada de Pompidou facilitó las negociaciones y permitió a Reino Unido incorporarse a la CEE en 1973, de la mano de un gobierno conservador encabezado por Edward Heath. El acceso al mercado único se presentó por todas las fuerzas políticas británicas como una oportunidad de oro para relanzar la economía británica sin que la soberanía política del país se viera amenazada.
¿Cuándo se tuercen las cosas?
No mucho después. Los conservadores pierden las elecciones generales de 1974, y el nuevo primer ministro, Harold Wilson, llega al gobierno sobre la promesa de un referéndum de permanencia en la Comunidad Económica Europea. En efecto, a mediados de los setenta la situación era la inversa: los conservadores apostaban por la unión desde la oposición, y parte del establishment laborista abogaba desde Downing Street, de forma velada o directa, por la ruptura. En 1975 se celebra el primer referéndum de permanencia. Gana el sí, nada cambia.
El camino del Reino Unido hacia la Unión Europea había sido, hasta aquí, lo suficientemente enrevesado, y la situación no iba a mejorar en el futuro. El país enfiló una crisis social y económica sin precedentes en la recta final de los setenta (huelgas, mineros en pie de guerra, paro y depresión). Mientras los laboristas, tradicionales euroescépticos, se hundían en las urnas, Margaret Thatcher, que había abogado por la permanencia en el referéndum, se alzaba con el poder. A largo plazo fue un problema: Thatcher entendía el mercado único como una herramienta económica, pero no quería cesión de soberanía política alguna.
El Reino Unido vuelve a dar un paso a un lado a principios de los noventa, con el Tratado de Maastricht. En 1992 se constituye la Unión Europea tal y como la conocemos hoy, con el expreso propósito por parte de Alemania y Francia de profundizar en la construcción federal y en la edificación de un proyecto tan económico como político. Esto último resultaba insoportable para los conservadores británicos, y en las negociaciones de Maastricht obtienen varias cláusulas opt-out. De nuevo, el Reino Unido se convierte en una excepción.
¿Qué son las cláusulas opt-out de Reino Unido?
La Unión Europea es un club voluntario, pero una vez dentro, es un club donde las normas son de obligado cumplimiento. Hay algunas excepciones, y se articularon precisamente para evitar que países reticentes a la integración, como Reino Unido, quedaran al margen del proyecto político europeo. En concreto, Reino Unido logró cuatro cláusulas opt-out, es decir, cuatro áreas de gobierno donde su legislación local prevalecería sobre la legislación comunitaria, de obligada aplicación en el resto del territorio de la unión. ¿Qué áreas?
La más importante, la moneda. Reino Unido es un estado miembro no obligado a sumarse a la moneda única.
Nueve países de la Unión Europea no han adoptado la moneda única: Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Hungría, Polonia, Reino Unido, República Checa, Rumania y Suecia. Además, 4 microestados europeos tienen acuerdos con la UE para el uso del euro como moneda: Andorra, Ciudad del Vaticano, Mónaco, y San Marino. Por otra parte, el euro ha sido adoptado de manera unilateral por Montenegro y Kosovo
Pero también el control fronterizo (Reino Unido e Irlanda son los dos únicos países donde Schengen no se aplica en ningún caso), políticas sociales, la carta de los derechos europeos (sólo Polonia queda también al margen, por otros motivos), y el área de libertad, seguridad y justicia.
De forma automática, y descontando el también singular caso de Dinamarca, Reino Unido se convirtió en el socio más extraño de la Unión Europea, quedando al margen de gran parte de las políticas comunes que habrían de definir la construcción comunitaria en los años posteriores (moneda, gobernanza, política de fronteras abiertas). La llegada de Blair y del renovado laborismo en los años noventa (ya despojado de cualquier conato socialista) acercó al país al corazón de Europa, pero la crisis del euro, el repliegue nacional y el gobierno de Cameron han alejado posiciones, una vez más, de forma quizá definitiva.
¿Qué es lo que pide Cameron para quedarse?
David Cameron no quiere exactamente marcharse del proyecto de la Unión Europea, sino jugar la carta de la salida para obtener una posición interna mucho más favorable. Quiere profundizar en la excepcionalidad británica, y para eso juega se vale del referéndum. ¿Pero exactamente en qué consisten las reivindicaciones británicas? Como la sección internacional de El Diario resumió de forma espléndida, en cuatro puntos definidos que tendrán que aprobar el resto de socios europeos, gobiernos y parlamento.
Que los ciudadanos de otros países de la Unión Europea no pudieran solicitar prestaciones sociales en el Reino Unido hasta cuatro años después de su llegada al país británico.
Una obvia restricción a la inmigración (intracomunitaria) que pondría en clara desventaja competitiva al resto de ciudadanos europeos a la hora de buscar oportunidades laborales en Reino Unido. Es el punto más delicado para Cameron.
El reconocimiento de otras monedas en el seno de la Unión Europea, y no sólo del euro como divisa comunitaria, además del reconocimiento expreso de la no obligación de los países no-euro de participar en rescates como el griego o el portugués.
Un punto menos conflictivo: de facto, Reino Unido no se ha involucrado en ningún rescate. Sin embargo, Francia lo interpreta como un salvoconducto para favorecer a la city de Londres, y lo observa con suspicacia.
Mejorar la estructura burocrática de la Unión Europea y dar mayores facilidades en la libre circulación de capital, bienes y servicios. Al igual que el anterior, es una cláusula que los socios europeos pueden asumir sin demasiados miramientos, y cuya aplicación gradual puede ser más laxa y relativa a largo plazo.
Finalmente, Cameron quería evitar de forma expresa el compromiso obligado de todos los socios de la unión a avanzar en la integración política y federal del proyecto europeo. En la actualidad, la vinculación es, según los conservadores, "formal, jurídicamente vinculante e irreversible", y Cameron aspira a deshacer el nexo y dejar la puerta abierta a futuras negativas británicas a mayores esfuerzos federales e integradores. Es una cuestión de soberanía: Cameron quiere más peso de los parlamentos nacionales y menos de Bruselas.
Mayor control sobre política de inmigración y un reconocimiento al menos tácito de que la soberanía británica no se verá afectada por cualquier proceso de integración federal que pueda acometerse en el seno de la Unión Europea. Puede obtener victorias menores y simbólicas (el reconocimiento singular de Reino Unido, la profundización en la mayor agilidad administrativa de la unión), pero no una rendición incondicional (fundamentalmente, unilateralidad en política de inmigración). Es el término medio, que deja descontentos a los extremos.
¿Cuál es el problema de sus exigencias?
Que en Europa se observan como inaceptables en su posición de máximos, y que en el seno del Partido Conservador se juzgan como demasiado blandas. Los tories más radicales, con una importante voz dentro del parlamento británico y sin necesidad de obedecer ciegamente el liderazgo de Cameron, consideran que lo obtenido por el primer ministro en la primera ronda de negociaciones es muy débil en proporción a lo que debería haber conseguido. Cameron ha llegado hasta aquí precisamente por presiones así.
Se encuentra entre la espada y la pared. Frente a él, Francia y otros socios europeos consideran que las exigencias británicas, especialmente en el campo de inmigración intracomunitaria, representan una amenaza inaceptable para la integridad de la Unión Europea y para sus principios fundamentales (libre circulación de personas). En este campo, de hecho, Cameron ha perdido: sólo ha obtenido un "freno de emergencia" desplegado por las autoridades comunitarias que permitiría a Reino Unido, bajo circunstancias excepcionales y temporales, aplicar la restricción de beneficios sociales a ciudadanos europeos.
¿Qué opina la ciudadanía británica de esto?
Todos los partidos importantes abogan por la permanencia (laboristas, liberales, verdes, nacionalistas escoceses y galeses) y sólo uno de rango nacional opta abiertamente por la salida (UKIP).
¿Los conservadores? Es la cuestión clave: se trata del partido hegemónico y el que mayor apoyo recibe en Inglaterra. Si Cameron entiende que sus peticiones han sido aceptadas o que no puede estirar los hilos sin romperlos, sería improbable que el Reino Unido votara "no" a la Unión Europea.
¿Y qué es lo que ha ocurrido el 23 de junio de 2016?
Que el Reino Unido ha votado dejar la Unión Europea. El 'Leave' ha logrado el 51,9% de los votos, frente al 48,1% del 'Remain', una ventaja de más de 1,2 millones. La decisión abre un proceso sin precedentes en la Unión Europea
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Nacimiento de la Unión Europea
Concluida la IIª Guerra Mundial (1939-1945) los países europeos, tanto los vencedores (Reino Unido y Francia) como los vencidos (Alemania e Italia), están en una situación de destrucción económica.
La reconstrucción y la búsqueda de una nueva estabilidad se fijaban como un objetivo difícil de conseguir.
En 1944, durante la guerra mundial, Bélgica, Holanda y Luxemburgo ya pactaron la libre circulación de mercancías entre ellos y, además, fijaron unas tasas comunes para las mercancías procedentes de terceros países.
El objetivo era promover una rápida recuperación económica tras la guerra y con la perspectiva de que la libertad de circulación de mercancías se extendiera a las personas y los servicios.
Nacía el BENELUX, la primera unión económica en Europa.
En 1957 se firma el Tratado de Roma, constituyendo un mercado común de, entonces, 71 millones de personas; el tratado fue suscrito por los países del BENELUX, Francia, Alemania e Italia.
La CEE (Comunidad Económica Europea) establecía:
• La abolición de las barreras aduaneras entre los países miembros.
• Libertad de circulación económica.
• Coordinación de las políticas económicas de los miembros de la CEE.
• Establecimiento de instituciones supranacionales.
• El comercio entre los países miembros, entre 1959 y 1970, se multiplicó por seis y la CEE aumentó su peso en el comercio exterior.
En 1973 se incorporan a la CEE Dinamarca, el Reino Unido e Irlanda.
En 1981 se incorpora Grecia.
En 1986 lo hacen España y Portugal, el número de países miembros se eleva a doce.
En 1986 se firma el Acta Única Europea; se acuerda la libre circulación de capitales y de servicios.
En 1992 se firma el Tratado de Maastricht, marca una nueva etapa en el proceso de unión. El tratado crea la ciudadanía europea y permite circular y residir libremente en los países de la comunidad, así como el derecho de votar y ser elegido en un estado de residencia para las elecciones europeas o municipales.
Se decide la creación de una moneda única europea, el Euro, que entraría en circulación en 2002 bajo control del Banco Central Europeo. La Unión Europea sustituye oficialmente a la Comunidad Europea.
En 1995 se adhieren a la Unión Europea Austria, Finlandia y Suecia.
En 1997, con el Tratado de Ámsterdam, se reforzó la libre circulación de personas, la política social y la seguridad común; y en 1999 se crea el euro, la moneda única, que entrará en circulación en 2002.
En 2004 nuevos países pasan a formar parte de la Unión Europea: Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia y República Checa.
En 2007 se firma el Tratado de Lisboa, con el objetivo de aumentar la democracia, la eficacia y la transparencia de la UE. Se incorporaron Bulgaria y Rumania, convirtiendo a la Unión Europea en un espacio de casi 500 millones de ciudadanos.
El miembro número 28 es Croacia uniéndose el 1 de julio de 2013 a la familia europea.
Paises candidatos a entrar en la UE: Montenegro, Serbia, Macedonia, Turquía, Albania, Ucrania, Bielorrusia, Kosovo, Armenia, Georgia, Azerbayán, Islandia.