domingo, 28 de junio de 2020

Supermanzanas, o cómo devolver al peatón la ciudad robada por los coches

La crisis sanitaria ha permitido repensar el espacio público desde una nueva mirada: hacen falta más zonas para caminar en las ciudades. 

Esta reflexión ha vuelto a poner sobre la mesa el Proyecto Madrid Centro, elaborado en 2010 para el Ayuntamiento de Madrid pero que entonces se quedó en un cajón por la crisis económica y la mala situación financiera municipal.

La iniciativa propone remodelar por completo el centro de Madrid para dividirlo en supermanzanas, una agrupación de manzanas en cuyo interior se restringe el tráfico y se amplía el espacio peatonal.

El Consistorio está valorando la idea, que ya funciona en algunas zonas de Vitoria y Barcelona, y estudia empezar a finales de año con una experiencia piloto en los distritos de Salamanca o Retiro.

La implantación de supermanzanas

En la ciudad actual, el tejido urbano se divide en manzanas de edificios, que se encuentran rodeadas por tráfico, mientras que el peatón se desplaza por aceras muchas veces estrechas.

El proyecto quiere sustituir la manzana por un grupo de manzanas de unos 400 o 500 metros y redirigir el tráfico rodado al perímetro de estas.

El tráfico interior sería residencial y de carga y descarga y se reduciría a 10km/h, una velocidad compatible con la vida peatonal.

“Cuando hemos salido tras la cuarentena, donde el coche era inútil, hemos visto mucho asfalto vacío y aceras exiguas y ridículas. 

Eso nos ha hecho cambiar la conciencia: el espacio compartido en la ciudad debe rediseñarse”, explica el arquitecto José María Ezquiaga, Premio Nacional de Urbanismo. “El problema de las ciudades es que el espacio es limitado. 

Y ya está bien de que los coches utilicen casi todo el espacio disponible”, apunta por su parte Salvador Rueda, presidente de la Fundación Ecología Urbana y Territorial. Ezquiaga y Rueda, firmantes —junto a los arquitectos Juan Herreros y Salvador Pérez Arroyo, entre otros— del Proyecto Madrid Centro, piden retomarlo ya, dado que es una buena solución para favorecer la distancia física para prevenir el coronavirus y lograr una ciudad con menos coches. 

El plan va mucho más allá de Madrid Central: si el área de tráfico restringido ocupa 4,7 kilómetros cuadrados, esta idea se extendería por 50,7.

El cambio sería radical pero el momento es único. “La ciudadanía está más abierta al cambio por la emergencia sanitaria. 

Si proponemos realizar una serie de cambios en la ciudad que antes nos hubieran parecido radicales, como más espacio peatonal y para las bicis  ...  y menos coches.

“No hay que tardar mucho en ponerlos en marcha, porque no sabemos cuánto durará esta situación de mente abierta”, añade.

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El Ministerio de Transición Ecológica ha recomendado a las ciudades que construyan carriles bici y amplíen sus aceras tras la pandemia. Sugerencias que llegan, por el momento, sin ninguna financiación.

La nueva normalidad obligará a los ciudadanos a mantener una distancia social entre ellos. Un hecho que impacta de lleno en la movilidad.

Existe riesgo de abandono del transporte público, y el miedo al contagio podría incrementar el uso del coche, así como los problemas de congestión y contaminación. 


A la vez, “surge una oportunidad de replantear cómo nos movemos y cómo repartimos el espacio de las ciudades” 


Hay riesgo de que mucha gente abandone el transporte público por miedo al contagio, pero también se abre una oportunidad única para redistribuir el espacio urbano

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España, gacela herida del rebaño europeo

(Pedro J. Ramírez 28 junio)

“Si ahora nos dan el dinero gratis, tarde o temprano los teutones se cabrearán y los que se irán serán ellos”

España es la gacela herida del rebaño europeo.

Ese animal enfermo, más débil que los demás, alcanzado por un disparo, conmocionado por un golpe tremendo o desgarrado por un alambre de espino, que se tambalea y se muestra incapaz de mantener el ritmo de carrera del resto de su rebaño.

Durante un tiempo observamos a la gacela herida, al final del grupo, tratando de conservar la protección del resto de su especie.

Pero si nadie la cura, antes o después se quedará descolgada, a merced de las fieras que, una vez identificada, se abalanzarán sobre ella.


Si todas las gacelas galopan sedadas con morfina, la que está herida tardará mucho más en notarlo. 


Pero llegará el día en que los Estados miembros más competitivos instarán al BCE a retirar el anestésico y revisar su política de tipos irrisorios que tanto perjudica a los ahorradores y al negocio bancario.

Quien haya utilizado bien el tiempo y el dinero saldrá fortalecido y quien haya dilapidado ambos quedará más expuesto en sus debilidades.
 



Si la gacela infectada por los tres populismos que, como tres epidemias, han corroído en los últimos años su sistema inmunológico, no recibe el tratamiento médico adecuado y continúa correteando alegremente, insensible a su propio drama, le aguarda un terrible despertar.

Antes o después, los Estados soberanos volverán a ser tasados por la capacidad de recuperar el equilibrio presupuestario.


Antes o después, los mercados reflejarán a través de las primas de riesgo la disposición a financiar a quien parezca capaz de hacer frente a sus deudas y la renuencia a seguir enmascarando la insolvencia crónica de nadie.

Antes o después, los Estados que forman la clave de bóveda financiera de la UE, volverán a imponer duros rescates a quienes dilapiden ahora sus fondos, con condicionalidad o sin ella, mediante la demagogia clientelar.

“Si ahora nos dan el dinero gratis, tarde o temprano los teutones se cabrearán y los que se irán serán ellos”


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