jueves, 7 de enero de 2021

Pro-Trump mob storms US Capitol building


La mafia Pro-Trump invade el edificio del Capitolio de los EE.UU. 

La institucionalización de los populismos en la política y su entrada en los círculos de poder, ha generado un caldo de cultivo muy fértil para atraer a todos los que se sienten maltratados e insatisfechos con el funcionamiento de las democracias modernas, hasta el punto de que peligra el respeto a las reglas más básicas de convivencia.

The institutionalisation of populisms in politics and their entry into the circles of power, has generated a very fertile breeding ground to attract all those who feel mistreated and dissatisfied with the functioning of modern democracies, to the extent that respect for the most basic rules of coexistence is endangered.

El columnista del ‘New York Times’ Thomas L. Friedman daba en el clavo en su comentario hace unos días a la vista del choque de trenes que se ha producido en su país por un presidente saliente que no acepta el resultado de las urnas y es seguido, nada menos, que por la mitad de los votantes norteamericanos, millones de personas que han salido a las calles y hablan de robo electoral y votos legales e ilegales sin pruebas ni argumentos, solo como un auto de fe en su presidente populista y todopoderoso.

Con ese escenario, Friedman lo tenía muy claro antes incluso de que Biden fuera el ganador claro: el perdedor de las elecciones no es tanto Trump como el conjunto del pueblo americano, que está partido por la mitad.

The New York Times columnist Thomas L. Friedman hit the nail on the head in his comment a few days ago in view of the train crash in his country caused by an outgoing president who does not accept the result of the ballot box and is followed by no less than half of American voters, millions of people who have taken to the streets and talk of electoral theft and legal and illegal votes without evidence or arguments, just as a show of faith in their populist and all-powerful president.

With that scenario, Friedman was very clear about it even before Biden was the clear winner: the loser of the election is not so much Trump as the whole of the American people, who are split in half.

 


 

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No olvidemos nunca los nombres de quienes intentaron el primer golpe de Estado legislativo en Estados Unidos

Esta vez fallaron, pero su deslealtad al país, la Constitución y sus valores es evidente.

El Nuevo Testamento nos pregunta en Marcos 8:36: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?”.

Los senadores Josh Hawley, Ted Cruz, Ron Johnson y sus colegas del Partido Republicano que conspiraron en un intento de golpe claramente olvidaron ese versículo, si es que alguna vez lo conocieron, porque están dispuestos a sacrificar sus almas, el alma de su partido y el alma de Estados Unidos —nuestra tradición de elecciones libres y justas como la ruta para transferir pacíficamente el poder— con tal de que Donald Trump pueda seguir siendo presidente y uno de ellos lo reemplace con el tiempo.

La “filosofía” que impera en este grupo sin principios de republicanos que le rinde culto a Trump es inequívoco: “La democracia está bien para nosotros mientras sea un mecanismo para que nosotros tengamos el control. 

Si no podemos mantener el poder, entonces al demonio con las reglas y con el sistema. El poder no viene de la voluntad del pueblo, sino de nuestra voluntad y de la de nuestros líderes”.

Para que Estados Unidos sea saludable de nuevo, los republicanos decentes —en cargos públicos y en las empresas— necesitan desprenderse de este Partido Republicano sin escrúpulos que le rinde pleitesía a Trump y empezar su propio partido conservador. Es urgente.

Incluso si quienes rompen con el partido y fundan su propia coalición conservadora son solo unos cuantos legisladores de centroderecha con principios —y líderes empresariales que los financien—, se convertirían en una alianza con una influencia enorme en el Senado tan dividido de hoy. Podrían ser una facción decisiva que ayude a decidir qué proyecto de ley de Biden se aprueba, se modera o fracasa.

Mientras tanto, el bastión republicano que le rinde culto a Trump se convertiría en lo que Estados Unidos necesita para que la nación vuelva a crecer en conjunto: una minoría desprestigiada e impotente de políticos delirantes que permanece a la espera del último tuit de Trump para saber qué hacer, decir y creer.

Sé que fracturar un partido establecido no es sencillo (o probable). Pero los republicanos con principios, aquellos que de manera valiente y diligente han defendido la victoria electoral de Joe Biden, tienen que preguntarse: “En unos cuantos días, cuando todo esto se haya acabado, ¿simplemente vamos a volver a la normalidad con las personas que, para todo efecto, intentaron hacer el primer golpe de Estado legislativo en la historia de Estados Unidos?”.

Porque cuando este episodio se haya terminado, Trump va a seguir haciendo o diciendo algo inaceptable para debilitar a Biden y para imposibilitar cualquier tipo de colaboración,

y los perros falderos de Trump —como Cruz, Hawley, Johnson y Kevin McCarthy, el líder de la minoría de la Cámara de Representantes— van a pedirle al partido que lo respalde para perseguir sus propios intereses políticos, 

lo que dejará a los republicanos con principios en una disyuntiva diaria. Cada semana, habrá una nueva lealtad a probar.

Estos días no hay equivalencia entre nuestros dos partidos principales. En las elecciones primarias, una abrumadora mayoría de demócratas, encabezados por afroamericanos moderados, optó por Biden, la alternativa de centroizquierda, y no por la opción del ala democrática de extrema-izquierda-socialista-que quiere-desfinanciar-a-la-policía.

Del otro lado, el Partido Republicano de Trump se ha tornado en un culto tal que en su convención decidió que no ofrecería una plataforma de partido. Su plataforma sería lo que su Querido Líder quisiera. Cuando un partido deja de pensar —y le da rienda suelta a un líder tan poco ético como Trump— seguirá adentrándose cada vez más en las profundidades del abismo, hasta las puertas del infierno.

Que es a donde ha llegado ahora.

Lo constatamos este fin de semana, con el esfuerzo al estilo de la mafia de Trump para presionar al secretario de Estado de Georgia para que lo ayudara a “encontrar” 11.780 votos y declararlo el ganador del estado sobre Biden por un voto.

Y lo veremos en una versión aún más desagradable en la sesión de hoy en el Congreso. Los seguidores del culto a Trump intentarán transformar una ceremonia diseñada exclusivamente para confirmar los votos del Colegio Electoral presentados por cada estado —Biden 306 y Trump 232— en un intento de que el Congreso anule los votos electorales de los estados indecisos que Trump perdió.

Si fuera el editor de este periódico, imprimiría todas sus fotografías en una página completa con el título: “Nunca olvides estos rostros: estos legisladores tenían una opción entre la lealtad a nuestra Constitución y a Trump, y eligieron a Trump”.

Si tienes alguna duda de que estas personas están involucradas en un comportamiento sedicioso, sus colegas republicanos con más principios no la tienen. Lisa Murkowski, senadora republicana por Alaska, se refirió al plan de Hawley de desafiar el recuento de votos así: “Voy a respaldar mi juramento a la Constitución. 

Esa es la prueba de lealtad aquí”. Ben Sasse, senador por Nebraska, agregó: “Los adultos no apuntan con un arma cargada al corazón del autogobierno legítimo”. Rob Portman, senador por Ohio, dijo: “No puedo apoyar que el Congreso frustre la voluntad de los votantes”.

Por lo tanto, el caucus de los golpistas fracasará. Pero pregúntate lo siguiente: ¿Qué pasaría si los aliados de Trump controlaran la Cámara de Representantes, el Senado y la Corte Suprema y se salieran con la suya, que usaran de verdad una maniobra legislativa de última hora y anularan la victoria de Biden?

Sé exactamente lo que hubiera pasado. Muchos de los 81.283.485 estadounidenses que votaron por Biden habrían salido a las calles (yo habría sido uno de ellos) y probablemente irrumpirían en la Casa Blanca, el Capitolio y la Corte Suprema. Trump habría llamado a los militares; la Guardia Nacional —dirigida por los gobernadores—, se habría dividido por esa decisión y todos estaríamos sumidos en una guerra civil.

Ese es el tipo de fuego con el que juegan estas personas. Lo saben, por supuesto, lo que hace que los esfuerzos de Hawley, Cruz, Johnson y los de su tipo sean aún más despreciables. Tienen tan poco respeto por sí mismos que están listos para lamer el brillo de las botas de Donald Trump hasta el último segundo en que se mantenga en el cargo, con la esperanza de heredar a sus seguidores, en caso de que no vuelva a postularse en 2024. Y ellos cuentan con que una mayoría de sus colegas con más principios votarán para certificar la elección de Biden y así asegurarse de que su esfuerzo fracase.

Así, tendrán lo mejor de todos los mundos: el reconocimiento de los votantes de Trump por perseguir su Gran Mentira —la acusación falsa de que las elecciones fueron un fraude—, sin tener que iniciar una guerra civil. Pero el precio a largo plazo seguirá siendo muy alto, lo que reducirá la confianza de muchos estadounidenses en la integridad de nuestras elecciones libres y justas que conduzcan a la transferencia pacífica del poder.

¿Puedes imaginar algo más cínico?

¿Cómo se defienden los estadounidenses decentes, además de instar a los republicanos de principios a formar su propio partido? Asegúrate de cobrarle una pena tangible a cada legislador que vote con Trump y en contra de la Constitución.

Los accionistas de todas las grandes corporaciones estadounidenses deben asegurarse de que los comités de acción política de estas empresas no puedan hacer contribuciones de campaña a cualquiera que participe en el intento de golpe del 6 de enero.

Al mismo tiempo, “nosotros, el pueblo”, debemos luchar contra la Gran Mentira impulsada por el culto a Trump con la Gran Verdad. Espero que todas las organizaciones noticiosas y todos los ciudadanos se refieran a Hawley, Cruz, Johnson y sus amigos ahora y para siempre como “conspiradores del golpe”.

Haz que todos los que han propagado esta Gran Mentira sobre el fraude electoral para justificar votar con Trump y en contra de nuestra Constitución lleven el título de “conspiradores del golpe” para siempre. 

Si los ves en la calle, en un restaurante de tu campus universitario, pregúnteles amablemente: “Fuiste uno de los golpistas, ¿no es así? Debería darte vergüenza”.

Adopta el método de Trump: repite esta Gran Verdad una y otra y otra vez hasta que estas personas nunca puedan deshacerse de ella.

No será suficiente para arreglar lo que nos aflige, todavía necesitamos un nuevo partido conservador para eso, pero sin duda es necesario que los otros lo piensen dos veces antes de que lo intenten algo así de nuevo.

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Never Forget the Names of These Republicans Attempting a Coup

 

The New Testament asks us in Mark 8:36: “For what shall it profit a man, if he shall gain the whole world, but lose his soul?”

Senators Josh Hawley, Ted Cruz, Ron Johnson and all their fellow G.O.P. coup plotters clearly have forgotten that verse — if they ever knew it — for they are ready to sacrifice their souls, the soul of their party and the soul of America — our tradition of free and fair elections as the means for peacefully transferring power — so that Donald Trump can remain president and one of these sleazebags can eventually replace him.

The governing “philosophy” of these unprincipled Trump-cult Republicans is unmistakably clear: “Democracy is fine for us as long as it is a mechanism for us to be in control. If we can’t hold power, then to hell with rules and to hell with the system. Power doesn’t flow from the will of the people — it flows from our will and our leader’s will.”

For America to be healthy again, decent Republicans — in office and in business — need to break away from this unprincipled Trump-cult G.O.P. and start their own principled conservative party. It is urgent.

Even if only a small group of principled, center-right lawmakers — and the business leaders who fund them — broke away and formed their own conservative coalition, they would become hugely influential in today’s closely divided Senate. They could be a critical swing faction helping to decide which Biden legislation passes, is moderated or fails.

Meanwhile, the Trump-rump G.O.P. cult would become what it needs to become for America to grow together again — a discredited, powerless minority of crackpots waiting around for Trump’s latest tweet to tell them what to do, say and believe.

I know that fracturing an established party is not easy (or likely). But the principled Republicans, those who have courageously and dutifully defended Joe Biden’s electoral victory, have to ask themselves: “In a few days, when all of this is over, are we going to just go back to business as usual with people who are, in effect, attempting the first legislative coup d’état in American history?”

Because when this episode is over, Trump will be doing or saying something else outrageous to undermine Biden and to make collaboration impossible, and the Trump lap dogs, like Cruz, Hawley, Johnson and House Minority Leader Kevin McCarthy, will be demanding the party go along to serve their political interests, putting the principled Republicans in a daily bind. Every week there will be a new loyalty test.

There is simply no equivalence now between our two major parties. In the primaries, an overwhelming majority of Democrats, led by moderate African-Americans, chose to go with the center-left Biden, not the far-left defund-the-police-democratic-socialist wing.

Across the aisle, Trump’s G.O.P. became such a cult that it decided at its convention that it would offer no party platform. Its platform would be whatever its Dear Leader wanted on any given day. When any party stops thinking — and stops drawing any redlines around a leader as unethical as Trump — he’ll keep taking it deeper and deeper into the abyss, right up to the gates of Hell.

Where it’s now arrived.

We saw that this weekend with Trump’s Mafia-like effort to squeeze Georgia’s secretary of state to just “find” him 11,780 votes and declare him the state’s winner by one vote over Biden.

And we will see it in an even uglier version in Wednesday’s session in Congress. The Trump cultists will try to transform a ceremony designed exclusively to count the Electoral College votes submitted by each state — Biden 306 and Trump 232 — into an attempt to get Congress to nullify the electoral votes of swing states that Trump lost.

If I were the editor of this newspaper, I’d print all of their pictures on a full page, under the headline: “Never Forget These Faces: These Lawmakers Had a Choice Between Loyalty to Our Constitution and to Trump, and They Chose Trump.”

If you have any doubts that these people are engaged in seditious behavior, their more principled Republican colleagues do not. Speaking of Hawley’s plan to challenge the vote count, Lisa Murkowski, the Republican senator from Alaska, said: “I am going to support my oath to the Constitution. That’s the loyalty test here.” Added Senator Ben Sasse of Nebraska, “Adults don’t point a loaded gun at the heart of legitimate self-government.” Said Senator Rob Portman of Ohio, “I cannot support allowing Congress to thwart the will of the voters.”

So, the coup-plotter caucus will fail. But ask yourself this: What if Trump’s allies controlled the House, the Senate and the Supreme Court and got their way — actually used some 11th-hour legislative maneuver and nullified Biden’s victory?

I know exactly what would have happened. Many of the 81,283,485 Americans who voted for Biden would have taken to the streets — I would have been one of them — and probably stormed the White House, the Capitol and the Supreme Court. Trump would have called out the military; the National Guard, directed by governors, would have split over this, and we would be plunged into civil war.

That is the sort of fire these people are playing with. Of course, they know it — which makes the efforts of Hawley, Cruz, Johnson and their ilk even more despicable. They have so little self-respect that they’re ready to lick the shine off of Donald Trump’s boots down to his last second in office, in hopes of inheriting his followers — should he not run again in 2024. And they are counting on a majority of their more principled colleagues voting to recognize Biden’s election — to make sure their effort fails.

That way, they’ll get the best of all worlds — credit with Trump voters for pursuing his Big Lie — his fraudulent allegation that the elections were a fraud — without plunging us into civil war. But the long-term price will still be profound — diminishing the confidence of many Americans in the integrity of our free and fair elections as the basis for peacefully transferring power.

Can you imagine anything more cynical?

How do decent Americans fight back, besides urging principled Republicans to form their own party? Make sure we exact a tangible price from every lawmaker who votes with Trump and against the Constitution.

Shareholders of every major U.S. corporation should make sure that these companies’ political action committees are barred from making campaign contributions to anyone who participates in Wednesday’s coup attempt.

At the same time, “we the people” need to fight the Trump cult’s Big Lie with the Big Truth. I hope every news organization, and every citizen, refers to Hawley, Cruz, Johnson and their friends now and forever more as “coup plotters.”

Make all those who have propagated this Big Lie about election fraud to justify voting with Trump and against our Constitution carry the title — “coup plotter” — forever. If you see them on the street, in a restaurant on your college campus, politely ask them: “You were one of the coup plotters, weren’t you? Shame on you.”

Adopt Trump’s method: Repeat this Big Truth over and over and over until these people can never get rid of it.

It won’t be sufficient to fix what ails us — we still need a new conservative party for that — but it sure is necessary to give others pause about trying this again.

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Joe Biden habla de "sedición" tras el asalto al Capitolio: "Es un ataque sin precedentes"

"Llamo al presidente Trump a ir a la televisión ahora mismo para cumplir el juramento que hizo y cumplir con la Constitución", pidió Biden.

El asalto al Congreso se produjo cuando ambas cámaras celebraban una sesión para corroborar la victoria electoral de Biden en las elecciones de noviembre pasado.

Trump había instado a sus aliados a interferir en ese proceso y a su vicepresidente, Mike Pence, a arrogarse un poder que no le otorga la Constitución, y arengó a sus simpatizantes a que siguieran luchando durante un mitin por la mañana en Washington.

Los seguidores del presidente se dirigieron luego al Capitolio y entraron por la fuerza.

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