¿Quién robará en España... cuando ya no esté?“ (ficción)
A esta pregunta intenta dar respuesta Iñaqui Gabilondo, el periodista vasco, en su nuevo proyecto televisivo, 'Cuando ya no esté.
El mundo dentro de 25 años', en el canal #0, de la plataforma de televisión de pago Movistar+
El director del canal #0, también ha apuntado en el acto de presentación de la serie que están muy contentos con este nuevo estreno.
"Intentamos hacer una televisión diferente, de calidad, útil, y desde luego eso es para nosotros Iñaki Gabilondo, un referente en nuestro país.
Pienso que la televisión es emoción; y creo que este programa lo es", ha apuntado el directivo.
Y Gabilondo busca las respuestas hablando con las mentes más brillantes de la delincuencia.
Su primera parada será la cárcel de "SOTO DEL REAL", la cárcel de los VIP. El lugar idóneo para buscar las mejores predicciones por ser gran almacén secadero del chorizo nacional. Luego segirá el recorrido por las cárceles de Alcalá-Meco, Valdemoro, Navalcarnero, Aranjuez y Estremera
La prisión, paso a paso. Ese es el título del folleto elaborado por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias que reciben los internos.
Vida en las cárceles
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¿Cómo pillar a un corrupto a tiempo?
Precisamente son corruptos porque saben que es difícil que les pillen. Pueden esconder sus fechorías.
Voy a poner un ejemplo. Imaginemos un cargo político de cualquier nivel del estado –ayuntamientos o comunidades– por cuyas manos pasa un presupuesto importante, supongamos que de obras públicas.
Si esa persona tiene el poder de adquirir servicios a empresas, puede sentir la tentación de trincar. Y lo hace de la siguiente manera: habla con los empresarios y acuerda un precio. Todo correcto. Imaginemos que esa operación pasa por los auditores internos y externos, por los responsables de Hacienda, por el consejo y por sus superiores.
Y todo está detallado con facturas.
Lo que nunca se podrá saber es si hay algún pago por debajo de la mesa. Basta con que, en una conversación privada, el cargo público pidiera que le paguen cierta cantidad en negro, aquí o en Suiza, o a través de un testaferro. Sin facturas ni pruebas. Solo lo saben él, y el empresario.
¿Creen que el empresario que se ha beneficiado va a denunciar la operación?
El empresario nunca lo denunciará porque sabe que en el futuro, otras corporaciones le rechazarían. O simplemente porque es la supervivencia de su empresa.
Y ya está hecha la trampa.
A la UCO o la UDEF, los servicios policiales de investigación financiera, les cuesta mucho destapar a tiempo estos actos de corrupción porque no hay papeles ni documentos. Solo hay indicios, sociedades interpuestas y testaferros.
A Mario Conde no se le encontraron nunca 300 millones de pesetas que fueron en teoría a parar a políticos. En el caso de Ignacio González los investigadores están tratando de encontrar la cuenta en Suiza donde en teoría se hicieron los pagos de comisiones.
Muchas veces no se encuentran ni siquiera los millones defraudados, como sucedió con Luis Roldán, ex director de la Guardia Civil.
Para los corruptos, es muy fácil pillar dinero y no dejar pruebas. Por eso, cuando les trincan, sus superiores suelen poner cara de asombro y decir: “Nunca lo hubiera pensado”. Engañan a todos.
Es lo que ha dicho Esperanza Aguirre al dimitir como portavoz del PP en el Ayuntamiento. “Me siento traicionada”.
No debería ser una excusa, pero vista la cantidad de casos de corrupción en el PP, habría que inventarse una fórmula para controlar las adjudicaciones y los contratos. Por ahora, a mí no se me ocurre ninguna, salvo confiar en la honestidad del político.
Si tenemos la cantidad de corruptos que tenemos es por algo. Según Transparencia Internacional ocupamos un lugar deshonroso en la lista de los países más y menos corruptos. Los menos corruptos no es que tengan unas fórmulas de control excepcionales. Es que sencillamente la corrupción no es algo en lo que piensen los políticos. Les asquean las comisiones, los chanchullos y las componendas.
Pero en España no es así. Es una cuestión moral, y no hay forma de arreglarlo salvo con educación moral.
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¿Por qué los países protestantes son menos corruptos?
¿Por qué?
Entre otras muchas razones, y simplificando mucho, ha sido clave que en el protestantismo el clero no dicta qué debes creer y hacer sino que cada persona necesita conocer directamente las enseñanzas de Jesús y los apóstoles en La Biblia.
Cuando esto se pone en práctica, uno rápidamente asume que nadie es suficientemente bueno -un hecho que por otro lado debería ser obvio- y que, por tanto, necesitamos de un control y rendición de cuentas de unos a otros .
Se trata de establecer estamentos contrapeso en el ejercicio del poder, sea religioso o político, pues tal como afirma el popular divulgador científico Eduard Punset, debemos darnos cuenta cuanto antes de que “cuando al ser humano lo colocamos en un entorno autoritario, despótico; la mejor persona del mundo puede convertirse en un simple asesino”.
Y aunque hoy muchos ciudadanos de países protestantes no son creyentes, lo cierto es que esta mentalidad ha impregnado aquellas sociedades.
No olvidemos tampoco que el protestantismo enseña que esta rendición de cuentas es igualmente personal, entre uno mismo y Dios, un hecho que forja en el individuo una conciencia cívica en la que mi conducta no resulta afecta cuando otros no hacen bien las cosas. Se trata de una relación directa con Dios que deriva en una responsabilidad y libertad interior en la que desparece el “yo a lo mío, que nadie se entera" o "yo pillo, que otros también pillan, y más que yo“. Lo hago por Dios, mi salvador y libertador, no sólo si otros también lo hacen.
En España no cuajó esta mentalidad y, quizás por eso, preferimos llamar picaresca o “ser listo” cuando, por ejemplo, tras una oferta de trabajo el enchufado somos nosotros. O quizás algo de esto explique por qué no vemos tan mal que nos den un subsidio o beca sin haber sido honestos describiendo nuestra situación.
Mil ejemplos que solemos justificar de mil maneras, pero cuyo hecho objetivo es que se trata de una apropiación de beneficios que, por justicia, deberían corresponder a otros. Se ha cultivado una “ética” que nos parece hasta divertida cuando la practicamos nosotros, familiares o amigos. Pero que nos indigna y la llamamos corrupción cuando otros la cometen a mayor escala.
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