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Desde mediados de marzo de 1936, en determinados ambientes políticos y militares, empezó a fraguarse la idea de derribar al recién elegido gobierno del Frente Popular mediante un golpe de Estado.
En un principio, la fecha fijada iba a ser el 20 de abril y el estilo del golpe muy similar al que dio el general Pavía en 1874, pero el ejecutivo desbarató la conspiración y ésta tuvo que desplazarse de Madrid.
El general Emilio Mola asumió entonces la dirección del complot, orientándolo hacia un modelo similar al que protagonizó Riego en 1820 o el reciente de Primo de Rivera (1923).
En el organigrama de los sublevados estaba previsto, desde el principio, que Sanjurjo asumiera la Jefatura de la sublevación, ya que era considerado como el general de más prestigio y como un líder aceptable para las distintas tendencias ideológicas que participaban en el golpe.
Estos planes se concretarían en la sublevación que se inicia en el norte de Marruecos la tarde del 17 de julio de 1936, que debía hacerse con el control del país de forma rápida. No obstante, los planes no salieron según lo planeado: al no conseguir triunfar de forma inmediata en toda España, esta sublevación inicial daría origen a una guerra civil.
El jefe indiscutido de la sublevación era el general Sanjurjo.
José Sanjurjo Sacanell protagonizó un fallido golpe de estado en agosto de 1932, la popularmente conocida como Sanjurjada. Tras ser detenido y encarcelado, finalmente le fue conmutada la pena de muerte y durante los gobiernos del segundo bienio republicano logró la excarcelación, exiliándose en el vecino Portugal.
En 1936 fue uno de los militares implicados en el golpe de Estado de julio de 1936, y estaba previsto que fuera el comandante en jefe del bando sublevado al inicio de la rebelión.
El 20 de julio, cuando iba a tomar el avión desde un aeródromo improvisado cercano a Estoril para trasladarse a la zona sublevada y tomar el mando, sufrió un accidente durante el despegue de la avioneta y falleció.
El piloto, que sólo sufrió heridas leves, atribuiría el siniestro al exceso de equipaje del general, (dicen que llevaba siempre sus arcón de medallas), aunque naturalmente hubo quien habló de sabotaje premeditado. Sanjurjo era un personaje muy famoso y contaba con numerosos adeptos en el estamento militar, por lo que de haber sobrevivido al accidente es posible que se hubiera producido un choque de ambiciones entre sus seguidores y los franquistas.
Su muerte y los fracasos de Goded y Fanjul (arrestados y, más tarde, fusilados) obligaron a reorganizar los planes de los golpistas.
Los generales sublevados se quedaron sin jefe y como Franco estaba aislado en el Protectorado de Marruecos, el general Mola asumió la dirección política del golpe.
Mola, el Director, se trasladó el 21 de julio desde el norte hasta Zaragoza, donde se reunió con el general Cabanellas y le invitó a presidir la Junta de Defensa Nacional, que se formó en Burgos tres días después.
El 24 de julio creó en Burgos una Junta de Defensa Nacional para suplir en parte la carencia de un mando único, presidida por el general de mayor graduación y más antiguo, Miguel Cabanellas, jefe de la División Orgánica de Zaragoza, pero cuya autoridad sobre el resto de generales era puramente nominal.
Junto a Mola y Cabanellas formaban parte de la Junta el general Saliquet, el general Ponte, el general Dávila, el coronel Montaner y el coronel Moreno Calderón.
La Junta «sólo pretendía asegurar las mínimas funciones administrativas hasta que la esperada ocupación de Madrid permitiese hacerse con los órganos centrales estatales residentes en la capital».
La dirección de las operaciones militares siguió en manos de los generales que mandaban las tres zonas que habían quedado en poder de los sublevados, y la Junta se limitó a confirmarlos en sus puestos.
En realidad el poder efectivo de la Junta se reducía a la zona norte, controlada por Mola, ya que en el sur el general Queipo de Llano había constituido de facto una especie de virreinato sobre Andalucía Occidental con capital en Sevilla y el general Franco era el jefe supremo de las fuerzas del Protectorado español de Marruecos.
De hecho los generales Franco y Queipo de Llano, junto con el general Orgaz, no se incorporaron a la Junta hasta el 3 de agosto, el mismo día en que Franco estableció su cuartel general en Sevilla.
Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (Tordesillas, 1875 – Sevilla, 1951), de formación militar, participó en todas las conspiraciones del siglo XX español. A favor y contra el dictador Miguel Primo de Rivera, e igual en el caso de la monarquía de Alfonso XIII, acompañó a los generales Emilio Mola, José Sanjurjo y Franco en la ejecución de la trama rebelde contra el Gobierno de la Segunda República que propició con su fracaso la guerra civil.
Fue un "criminal de guerra", a juicio de numerosos historiadores y expertos. El máximo responsable de la "matanza" ejecutada en el territorio bajo su mando, unas 14.000 personas solo en Sevilla.
Sobre el general Gonzalo Queipo de Llano escribió durante la guerra el poeta Rafael Alberti estos versos:
“Atención! Radio Sevilla, Queipo de Llano es quien habla, quien muge, quien gargajea. Quien rebuzna a cuatro patas. ¡Radio Sevilla! Señores: Aquí un salvador de España. ¡Viva el vino, viva el vómito!”. Para que el lector no se quede a medias con solo el comienzo poema y tenga que buscar el resto, ahí van los versos que siguen:
“Esta noche tomo Málaga;/el lunes, tomé Jerez;/ martes Montilla y Cazalla;/ miércoles, Chinchón, y el jueves,/ borracho y por la mañana,/ todas las caballerizas/ de Madrid, todas las cuadras,/ mullendo los cagajones,/ me darán su blanda cama./
¿Oh, que delicia dormir/ teniendo por almohada/ y al alcance del hocico/ dos pesebres de alfalfa./ ¡Qué honor ir al herradero/ del ronzal! ¡Que insigne gracia / recibir en mis pezuñas,/ clavadas con alcayatas,/ las herraduras que Franco/ ganó por arrojo en África!/
Ya se me atiranta el lomo,/ ya se me empinan las ancas,/ ya las orejas me crecen,/ ya los dientes se me alargan,/ la cincha me viene corta,/ las riendas se me desmandan,/ galopo, galopo…al paso./ Estaré en Madrid mañana,/ que los colegios se cierren,/ que las tabernas se abran,/ nada de Universidades,/ de Institutos, nada, nada,/que el vino corra al encuentro/ de un libertador de España./
-¡Atención! Radio Sevilla. / El general de esta plaza, / tonto berrendo en idiota, / Queipo de Llano, se calla”. enlace
La reunión de los mandos militares sublevados tuvo lugar el 21 de septiembre en uno de los barracones del aeródromo de Salamanca habilitado en una finca propiedad del ganadero taurino Antonio Pérez Tarbernero. Un folleto conmemorativo editado en 1961 por la Jefatura Provincial del Movimiento de Salamanca lo llamó La ermita del Caudillo.
En la reunión asistieron los generales Miguel Cabanellas Ferrer, Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, Luis Orgaz Yoldi, Germán Gil y Yuste, Emilio Mola Vidal, Andrés Saliquet Zumeta, Fidel Dávila Arrondo, Alfredo Kindelán y el propio Franco, junto a los coroneles Montaner y Moreno Calderón.
Allí los reunidos discutieron sobre la necesidad del mando único de las fuerzas sublevadas y nombraron para el cargo al general Franco pues era quien mandaba el ejército que estaba a punto de conseguir la entrada en Madrid —el Ejército de África se encontraba en Maqueda a sólo 100 kilómetros de la capital— y el que había obtenido la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, y que venía tratando con ellos.
También influyó el que los otros candidatos posibles quedaran descartados —Cabanellas, por masón; Queipo de Llano, por ser republicano; Mola, porque el avance de sus columnas hacia Madrid había fracasado—. Además el general Franco era «el más cauto, el menos ideologizado, el más neutro de todos ellos en cuestión de régimen».
Todos los generales reunidos votaron a Franco excepto Cabanellas que se abstuvo y que más tarde comentó:
Ustedes no saben lo que han hecho, por que no lo conocen [al general Franco] como yo, que lo tuve a mis órdenes en el Ejército de África como jefe de una de las unidades de la columna a mi mando; y si, como quieren, va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra ni después de ella, hasta su muerte.
Los generales lo nombraron «Jefe del Gobierno del Estado, mientras dure la guerra civil », pero en el decreto de la Junta de Defensa Nacional publicado el día 30, se suprimió la acotación «mientras dure la guerra» y se añadió «quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado».
Se ha afirmado que fue el propio Franco el que suprimió la acotación «mientras dure la guerra» —este inciso a Franco «le molestó profundamente»— y añadió «quien asumirá todos los poderes del Estado» o su hermano Nicolás Franc.
El decreto de la Junta de Defensa Nacional: Franco, «Jefe del Gobierno del Estado»
El general Cabanellas, como presidente de la Junta de Defensa Nacional, quedó encargado de publicar el decreto dos días después.
Durante la noche Cabanellas, que aún albergaba dudas, habló por teléfono con los generales Queipo de Llano y Mola, que habían vuelto a sus respectivos cuarteles generales.
El primero le dijo, según el testimonio del hijo de Cabanellas: «Franco es un canalla. No es ni será hombre de mi simpatía. Hay que seguirle el juego hasta reventar».
Mola, por su parte, le dijo que no veía otra alternativa que la proclamación de Franco. Mola comentó más adelante en privado que lo acordado habría de ser «políticamente revisado cuando termine la guerra». Pero Mola murió en un accidente de aviación en junio de 1937, dos años antes del final del conflicto.
Cabanellas, que había regresado a Burgos, encargó la redacción del decreto al jurista y catedrático José Yanguas Messía aunque en su redacción definitiva también intervino Nicolás Franco.
Pero el decreto nº 138 de la Junta de Defensa Nacional publicado el 30 de septiembre introdujo dos cambios sustanciales sobre lo acordado en la reunión: la apostilla «mientras dure la guerra» había sido suprimida, y al nombramiento como «Jefe del Gobierno del Estado Español» se le añadía «quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado».
El 15 de agosto el general Franco tomó la decisión de adoptar la bandera rojigualda como enseña de las fuerzas sublevadas sin consultar ni con Mola ni con la Junta. Los carlistas y los monárquicos alfonsinos lo interpretaron como un primer paso hacia la restauración de la monarquía, pero el general Franco no aludió a nada de esto en el acto de la proclamación.
Durante los meses previos a la sublevación de julio de 1936 el general Franco consideró que el golpe que estaba organizando el general Mola, no había «más remedio que hacerlo para adelantarse al movimiento comunista que está bien preparado y pendiente de los soviets para desencadenarlo», pero también creía que sería «muy difícil y muy sangriento y durará bastante», tal como le confesó en privado a su ayudante Francisco Franco Salgado-Araujo, Pacón, nada más hacerse cargo de la comandancia de las Islas Canarias a donde había sido destinado por el gobierno del Frente Popular y donde había sido recibido por las fuerzas de izquierda con abucheos y con pancartas que denunciaban al «carnicero de Asturias».
El general Emilio Mola Vidal, conocido como “el Director” por haber organizado y coordinado los preparativos del golpe militar de julio de 1936 que desencadenaría la Guerra Civil, fallecería el 3 de junio de 1937 en un accidente de aviación.
El mayor fracaso de Mola respecto a Franco, fue el no impedir que Franco se hiciera con un poder absoluto dentro del bando sublevado. Franco sería nombrado Generalísimo el primero de octubre de 1936 en la finca del ganadero Pérez Tabernero, en Salamanca, una reunión en la que unos militares apoyaron a Franco y otros a Mola, produciéndose un empate en la primera votación, aunque Mola finalmente se retiró de la pugna y se mostró partidario de que fuera Franco el elegido para ocupar el cargo, con la decepción de algunos militares que le apoyaban o que no veían con buenos ojos que el poder se concentrara en una figura como la de Franco. Posteriormente tras la unificación de la Falange y los Carlistas en abril del 37, Franco acapararía tanto el poder militar como el político, constituyéndose en una figura similar a la de Hitler en Alemania o Mussolini en Italia.
«El 3 de junio de 1937, volando de Vitoria a Burgos, cuando con toda la cuestión iba a plantearle la cuestión a Franco, su aparato se estrelló contra el cerro del Alcocero. Las lenguas desatadas hablaron de sabotaje, el parte oficial lo atribuyó a la niebla y puede que hasta fuera alcanzado por algún caza nacional, pues el general viajaba en un Airspeed Envoy que había pertenecido al ejército republicano y que él confiscó a un desertor que se había pasado al bando nacional.
Serrano guardó las últimas palabras que le escuchó (a Mola) en un cofre sin fondo de lo que pudo ser y no fue, comprendiendo que el último escollo había desaparecido, que ya nada se interpondría a su cuñado. Su baraka no lo abandonaba.
Según Serrano Suñer, cuando el almirante Cervera, visiblemente emocionado y desencajado, comunicó a Franco en su despacho, la noticia de la muerte del general Mola, este con total frialdad le respondió: “¡Ah, es eso! Creí que iba usted a decirme que habían hundido el Canarias.”
Fidel Dávila y Arrondo Gil y Arija, primer marqués de Dávila fue un militar español que combatió en la Guerra hispano-estadounidense y en la del Rif. Participó en el golpe de Estado contra la Segunda República que originó la Guerra Civil.
Tras la muerte del general Mola en accidente aéreo, Dávila le sustituye y toma el mando del Ejército del Norte.
Al mando de este Ejército lograría ocupar Vizcaya, Santander y Asturias, lo que supondría la desaparición del Frente Norte republicano y a la postre desequilibraría la balanza de la contienda a favor del Bando sublevado.
Después de la Campaña del Norte, mantuvo el mando de este Ejército y redistribuyó sus fuerzas para una nueva ofensiva contra la España republicana, aunque aún sumó un nuevo cargo militar a sus responsabilidades.
El 31 de enero de 1938 fue nombrado Ministro de Defensa dentro del Primer Gobierno franquista presidido por el Generalísimo Franco, quedando bajo su mando las tres ramas militares: Tierra, Marina y Aire.
Unos meses más tarde fue ascendido al grado Teniente general.
Después de participar en la exitosa Ofensiva de Aragón, dispuso la campaña para aislar Cataluña, en la batalla del Ebro y la ocupación final de Cataluña a comienzos de 1939.
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Miguel de Unamuno y Jugo
Cuando el 19 de julio la práctica totalidad del consistorio salmantino es destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas adeptas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el comandante Del Valle.
En el verano de 1936 hace un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen a los sublevados, declarando que representan la defensa de la civilización occidental y de la tradición cristiana, lo que causa tristeza y horror en el mundo,
Miguel de Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación.
El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad, durante el acto de apertura del curso académico que coincidía con la celebración de la Fiesta de la Raza, el rector se enfrentó públicamente al general Millán-Astray, que había pronunciado unas soflamas contra la inteligencia y exaltadoras de la muerte.
Posteriormente se atribuyó a Unamuno un discurso lapidario que habría incluido su famosa frase:
Venceréis, pero no convenceréis.
Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España.
Se pidió la destitución de Unamuno como rector y, por decreto de 22 de octubre, las nuevas autoridades nombraron a Esteban Madruga.
A partir de esas fechas, el filósofo permaneció recluido en su domicilio en una suerte de arresto domiciliario, donde, eso sí, le estaban permitidas las visitas y mantuvo correspondencia con distintos periodistas y amigos. El 21 de noviembre, escribió al filósofo italiano Lorenzo Giusso:
El 31 de diciembre de 1936, murió en su domicilio salmantino
La generación del 98 es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas en 1898.
Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876. (tienen en el 98 entre 34 y 22 años)
Utilizando la fecha central de 1871 (entre , estableció que pertenecen a ella Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa.
Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876. (tienen en el 98 entre 34 y 22 años)
Utilizando la fecha central de 1871 (entre , estableció que pertenecen a ella Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa.
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Las «7.000 rosas» asesinadas durante la represión republicana de las que el PSOE no se acuerda enlace
La persecución de la Segunda República contra la Iglesia española hasta 1936 y durante la Guerra Civil le costó la vida a 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas, según el estudio del historiador Antonio Montero Moreno
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El Gobierno de España ha aprobado un Decreto Ley para exhumar los
restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos, mientras que
permanecerán en el lugar los de José Antonio Primo de Rivera, fundador
del partido político de ideología fascista Falange.
La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, ha explicado que la situación de Primo de Rivera es diferente a la de Franco, puesto que el primero fue una "víctima de la contienda" debido a que fue fusilado en los primeros meses de la Guerra Civil (1936-1939).
La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, ha explicado que la situación de Primo de Rivera es diferente a la de Franco, puesto que el primero fue una "víctima de la contienda" debido a que fue fusilado en los primeros meses de la Guerra Civil (1936-1939).
José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia
Cuando el 18 de julio de 1936 se produjo la insurrección, José Antonio Primo de Rivera seguía preso en la cárcel de Alicante.
Primo de Rivera admitía la violencia como algo normal en las relaciones sociales y políticas. Se educó en un ambiente militarista y vivió una época en la que la violencia formaba parte de la actividad política.
Acusado de conspiración y rebelión militar contra el Gobierno de la Segunda República, fue condenado a muerte y finalmente ejecutado el 20 de noviembre de 1936.
Tras el final de la guerra, el cuerpo fue exhumado y llevado a hombros desde Alicante hasta El Escorial. Y una vez terminada la basílica del Valle de los Caídos, Francisco Franco ordenó que su cadáver fuera trasladado y sepultado allí.