lunes, 14 de enero de 2019

La historia detrás del ‘backstop’ del Brexit


https://www.youtube.com/watch?v=ZKw66UOkGv8
La suerte está echada, aunque queden largas horas de debate parlamentario por delante. La Cámara de los Comunes votará finalmente este martes 15 de enero de 2019 el acuerdo de Brexit alcanzado entre Theresa May y la UE después de dos años de arduas negociaciones. 

Theresa May en el Parlamento Británico

"A los miembros de ambos lados de esta Cámara les digo: sea cual sea la conclusión a la que ya han llegado, echen un segundo vistazo a este acuerdo en las próximas 24 horas.

No es perfecto, pero se trata de un compromiso. Y cuando se escriba la historia, los ciudadanos contemplarán esta Cámara y se preguntarán si fuimos capaces de respetar la decisión del pueblo de abandonar la Unión Europea", ha reclamado May.
 

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el famoso 'backstop' (usando terminología del béisbol), es una especie de póliza de seguro  que permita el tránsito de personas y mercancías sin necesidad de frontera física de ningún tipo. 

Así, Irlanda del Norte operaría, hasta que se formalice la nueva relación económica entre el Reino Unido y la UE, con la reglamentación europea, al igual que el resto del país, que quedará atado a la regulación europea hasta que termine el proceso de transición el 31 de diciembre de 2020.

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La historia detrás del ‘backstop’ del Brexit   (Nacho Alarcón - 8 junio 2018)

En el juego del beisbol se le llama "backstop" a la barrera que se sitúa a espaldas del receptor  y cuya función es la de detener las pelotas que se le pasan al "catcher"


Todo comenzó el sábado 29 de abril de 2017.
Ese día, en un Consejo Europeo extraordinario, los líderes aprobaron las primeras directrices para la negociación entre la Comisión Europea y el equipo negociador del Reino Unido.

En ese texto, en el párrafo 11, se especifica que “a la vista de las circunstancias únicas en la isla de Irlanda (en referencia a los Acuerdos del Viernes Santo que acabaron con la violencia en la región y que consagran una frontera abierta entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda), serán necesarias soluciones flexibles e imaginativas, incluyendo la intención de evitar una frontera dura a la vez que se respete la integridad del ordenamiento legal de la Unión”.

¿Traducido? Que había que buscar una solución para no levantar una frontera en el Ulster que representara la liquidación de los Acuerdos del Viernes Santo en 1998.

En los pueblos fronterizos no quieren volver a saber nada de ‘The Troubles’ (1968-1998), el conflicto que hundió a la isla en un encarnizado enfrentamiento entre vecinos y que dejó más de 3.500 muertos.
Con el Mercado Único, la República de Irlanda e Irlanda del Norte comenzaron a vivir un renacimiento y relanzamiento de sus economías y una cercanía inédita entre Dublín y Londres. 

La frontera se puede encontrar en cualquier sitio: en el pueblo de Pettigo, caminando por una calle cualquiera, se cruza de Irlanda al Reino Unido. Las únicas formas de diferenciar las fronteras es el cambio en el color de las líneas de la carretera y el aviso de que la velocidad se pasa de contar en kilómetros por hora a millas por hora. Aún quedan algunos puestos fronterizos abandonados. 

8 de diciembre y los días clave

Después de que la UE aprobara sus directrices de negociación May tuvo la idea de convocar elecciones que, según las encuestas, le darían una importante mayoría en Westminster y le permitiría quitarse de en medio a los diputados conservadores proeuropeos que prometían revueltas en el Parlamento.

Las cosas salieron al revés, los tories acabaron perdiendo escaños y acabaron teniendo que llegar a un acuerdo de Gobierno con el partido unionista norirlandés (DUP), que se opone a cualquier distanciamiento entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido. Retengan este dato, será importante más adelante.

Después del batacazo electoral, cuando comenzaron las negociaciones el Reino Unido se centró en la factura de liquidación financiera, lo que debería pagar por los compromisos que había asumido durante sus cuatro décadas de pertenencia a la Unión Europea. Eso desvió el foco hasta mediados de noviembre, cuando Dublín, viendo los pocos progresos en la solución a la frontera irlandesa pasó a la ofensiva.

Para entender lo que ocurrió después es clave tener en cuenta que las negociaciones se dividían en tres partes: una primera en la que se acordaban los términos del divorcio (factura financiera, derechos de los ciudadanos o la frontera irlandesa entre otras), y solo cuando hubiera “progreso suficiente” en estos temas se pasaría a la segunda fase, en la que se negociaba el periodo transitorio que pidió Theresa May, primera ministra británica. Tras ello se comenzaría a hablar de las relaciones futuras.

Se acercaba el Consejo Europeo de diciembre, la última oportunidad de certificar el “proceso suficiente” y pasar a la siguiente fase antes de que saltaran todas las alarmas. Una fuente diplomática aseguraba que la situación se saldría de control si no se llegaba a un acuerdo entonces.

El 4 de diciembre May tenía que viajar a Bruselas para almorzar con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, y poner encima de la mesa una propuesta final que finiquitara la primera fase de las negociaciones.

Horas antes Juncker se reunió con los coordinadores del Parlamento Europeo. Philippe Lamberts, uno de los líderes de Los Verdes que acababan de salir del encuentro, abandonaba el edificio del Ejecutivo comunitario apresuradamente. Un pequeño grupo de periodistas le pararon en la puerta. ¿Habría acuerdo a mediodía? “Sí”, contestó.

Horas después May tenía que entrar al almuerzo, sin ideas bajo el brazo. Al otro lado de la mesa Juncker le haría una propuesta que ya habían consultado con Dublín: que toda la isla de Irlanda quedara en una misma alineación regulatoria, de forma que no fuera necesaria una frontera. Eso sí, la frontera se trasladaría al mar de Irlanda que separa a Irlanda del Norte del resto del Reino Unido.

Cuando la primera ministra llegó a Bruselas parecía haber aceptado esa solución. En mitad del almuerzo May se levantó de la mesa y salió de la sala para telefonear a Arlene Foster, líder de la DUP (¿recuerdan?) para hacerle llegar la oferta de la Unión Europea. La respuesta de la norirlandesa fue la esperada: “No”. May tuvo que disculparse: no podría haber acuerdo.

Para dejarle claro que no debía siquiera plantearse un acuerdo así, Foster no le cogió el teléfono a May durante todo el día siguiente (martes), y solo hablaron el miércoles de esa semana. Al día siguiente, jueves 7 de diciembre, se celebraba la fiesta de navidad en Downing Street, la sede de la oficina de la primera ministra.

May estaba contra las cuerdas y con una gran presión por parte de Bruselas. Con el sonido de fiesta de fondo, la primera ministra llamó a Foster y le dijo que lo sentía, pero que iba a llegar a un acuerdo con la UE.

Esa noche del 7 al 8 de diciembre las llamadas entre Bruselas, Dublín y Londres terminó con un vuelo que salió sobre las tres de la madrugada hora londinense desde la capital británica y que aterrizó en Bruselas. Poco después May entró en el edificio Berlaymont.

Sobre las siete de la madrugada Theresa May y Jean-Claude Juncker salían a una sala de prensa prácticamente vacía. Habían firmado un joint report que servía de certificado de un “progreso suficiente” que permitiría al Reino Unido obtener el paso a la siguiente fase durante el Consejo Europeo que se celebraría días después.

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En ese texto, en el párrafo 49, está el famoso backstop que nos trae hasta aquí. Ese párrafo dice que no puede haber una frontera dura entre Irlanda del Norte y la República Irlanda. ¿Cómo evitarla?

Se dan tres opciones:

1. Que las futuras relaciones comerciales entre el Reino Unido y la Unión Europea sean tan estrechas que sea innecesario una frontera. El problema con esta opción es que las relaciones futuras no se sabrán hasta tiempo después del Brexit, y el encaje de la isla de Irlanda debe estar perfectamente traducido al texto legal que dará validez jurídica a la salida del país del bloque comunitario (también llamado Acuerdo de Salida).

2. Que el Reino Unido diera otra solución que permitiera evitar la frontera. Londres ya había barajado una “solución tecnológica” que en agosto una fuente comunitaria tachó de “planes imaginarios”.

3. Una última opción, el backstop u opción de emergencia: si el Reino Unido fracasaba a la hora de proponer una solución para la frontera, como último recurso Irlanda del Norte quedaría en un mismo espacio regulatorio que la República de Irlanda. Para evitar la frontera había tres requisitos importantes a la hora de entender dónde estamos ahora: era una solución indefinida, en la que Irlanda del Norte se alineaba con la Unión Aduanera y partes del Mercado Único.

Aquella madrugada May se ató las manos y el Brexit duro empezó a agonizar. Cuando la situación se enfrió y a finales de febrero la Comisión Europea publicó un borrador del Acuerdo de Salida (palabras mayores, porque es el texto que tendrán que firmar los Veintiocho), el Ejecutivo comunitario reflejó lo acordado en el joint report: a fecha 28 de febrero Londres no había hecho ninguna propuesta alternativa para la isla de Irlanda y Bruselas estampó en el texto la opción backstop.

Verlo negro sobre blanco en un borrador tan trascendental enfadó a la primera ministra y aseguró que ningún líder político firmaría una medida como la reflejada en el backstop, que haría romperse el mercado interior y el orden constitucional británico al establecer una frontera dentro de los límites de un mismo Estado.

¿Qué ha pasado desde entonces?

Ya que el Reino Unido consideraba inaceptable el backstop que ellos mismos habían aceptado la madrugada del 8 de diciembre, Bruselas explicó que el equipo británico podía hacer otras ofertas que pudieran hacer desaparecer la frontera en la isla de Irlanda.

Durante los últimos días de mayo se celebró una ronda de negociación en la que Olly Robbins, la mano derecha de May y el negociador jefe de facto del lado británico, propuso verbalmente a la Unión Europea una solución que evitaría una frontera en el mar de Irlanda y que, en consecuencia, la DUP no derribara el Gobierno de su jefa en el Parlamento: que fuera todo el Reino Unido el que quedara alineado, pero solo con la Unión Aduanera y por un tiempo limitado.

Y eso no valía a los negociadores europeos, que insistieron en que las condiciones del párrafo 49 del joint report eran muy claras: una solución sin límite de tiempo, solo para Irlanda del Norte, y con una alineación no solo con la Unión Aduanera, sino también con partes del Mercado Único.

El día que Robbins abandonó Bruselas fuentes del equipo negociador europeo protagonizaron una rajada monumental contra el equipo británico, al que acusaron de estar “persiguiendo fantasías” con las ideas propuestas esa semana. En un principio rechazaron que la opción del backstop se pudiera extender a todo el Reino Unido, ya que temían, en palabras de una fuente, que pudiera ser una “puerta de atrás” hacia el Mercado Único.

En lo que se han presentado inflexibles es en que no podía tener límite de tiempo y en que debía incluir partes del Mercado Único, ya que es cierto que una unión aduanera no evita los controles fronterizos, con lo que no cumpliría con el único objetivo encima de la mesa.

Luego nueva ronda de negociaciones en Bruselas, y al comienzo de la misma fuentes de la negociación explicaban que esperaban un nuevo documento del Reino Unido sobre aduanas, sin especificar temática particular.

Mientras tanto en Londres Robbins y May se disponían a poner la propuesta verbal de hacía algunos días en un documento formal y con una modificación importante: dejar entrever que podría no ser sin límite de tiempo específico, sino hasta que fuera necesario.

La idea en la que trabajan la primera ministra y su mano derecha provocó que el miércoles 6 de junio por la tarde David Davis, ministro del Brexit, amenazara con dimitir, lo que provocaría una revuelta que podría derribar a May. A la mañana siguiente la líder del Gobierno se vio con su ministro y también con algunos de los aliados de Davis dentro del gabinete, como Boris Johnson, ministro de Exteriores, y Liam Fox, ministro de Comercio internacional.

A media mañana se incluyó un último párrafo en el que se expresa que el Reino Unido “espera” que este backstop temporal se levante el 31 de diciembre de 2021, fecha en la que calculan que ya haya un acuerdo comercial con la Unión Europea que haga innecesaria una frontera.

El documento, de 6 folios, utiliza un lenguaje vago, y de hecho ese “espera” es reflejo de la debilidad de las palabras del Reino Unido. No exige nada, solamente traza una expectativa.

En Londres los aliados de Davis aseguran que él ha vencido esta vez al obligar a incluir una fecha, mientras que la gente de May indica que el párrafo incluido no tiene ninguna validez jurídica y que no hay ninguna victoria del eurófobo en ello.

Recuerden que una de las líneas rojas que los negociadores europeos dibujaron hace semanas era que el backstop no podía ser limitado en el tiempo, por lo que habrá que ver si el lenguaje es lo suficientemente ambiguo como para que lo tomen como una propuesta a considerar.

La postura británica es clara: sí, limitado en el tiempo, pero a la hora de la verdad no se especificará hasta cuándo, por lo que jurídicamente es como si no estuviera limitado en el tiempo. Sería así hasta que fuera necesario.

Sin embargo, es difícil ver a la Unión Europea tragando con ello. Imaginen el siguiente escenario: en el Acuerdo de Salida se acepta dicho backstop que, en el texto, se dice que es “limitado en el tiempo”, aunque sin incluir fecha.

Poco después May cae y llega al Gobierno un eurófobo contrario a dicha medida, y se ampara en que es “limitado en el tiempo” para decidir que el límite ya ha llegado, rompe esa cláusula y una frontera surge entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

La experiencia de las negociaciones es que Bruselas no dejará ningún cabo suelto. Habrá que observar de cerca la reacción de la Unión Europea y ver si, al menos, envía señales a Londres de que van por el buen camino.

Sin embargo, el texto sigue sin incluir partes del Mercado Único, por lo que si el Reino Unido quiere que esta propuesta tenga posibilidades de sobrevivir tendrá que seguir modificándola hasta que incluya ese elemento.

enlace 

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What is the Brexit backstop?

Variously described as an insurance policy or safety net, the backstop is a device intended to ensure that there will not be a hard border between Northern Ireland and the Republic of Ireland, even if no formal deal can be reached on trade and security arrangements.

It would mean that if there were no workable agreement on such matters, Northern Ireland would stay in the customs union and much of the single market, guaranteeing a friction-free border with the Republic.

Both the UK and EU signed up to the basic idea in December 2017 as part of the initial Brexit deal, but there have been disagreements since on how it would work.
What are the main differences?

The first is over where it will apply. The EU wants the backstop to affect only Northern Ireland.

Even though the aim is for it to never come into force, Theresa May has ruled out the idea of separate customs arrangements for Northern Ireland and the rest of the UK – the so-called customs border in the Irish Sea – and it would be completely unacceptable to the DUP.

May has tried to argue that the backstop could apply to the whole of the UK, but this angers Conservative MPs, who dislike the idea of the country being tied to EU rules in the long term.

The UK has sought to make the backstop time limited, but Brussels argues this is impossiblebecause the guarantees it offers are needed for as long as an alternative solution is not found.
What is the ‘backstop to the backstop’?

This is the idea, being briefed by UK government sources on Monday, that Brussels is said to be seeking if it agrees to a UK-wide backstop. This would be a secondary guarantee, covering just Northern Ireland, if the first incarnation fails.

This has again been rejected by No 10, because it leaves the possibility open of customs divergence between Northern Ireland and the rest of the UK.

The idea is being held up as the reason talks have stalled ahead of this week’s EU summit, but this has been met with some scepticism in Brussels.

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