domingo, 13 de diciembre de 2020

Vacuna en 'probetas' vivientes o la gesta de la enfermera gallega, Isabel Zendal.


El nuevo Hospital de Pandemias ha abierto sus puertas en Madrid con el nombre de Isabel Zendal.

Solo 100 días se ha tardado en construir el nuevo hospital de emergencia, que tiene como objetivo prioritario combatir la pandemia atendiendo a pacientes con coronavirus.

Recibe el nombre de una gallega directora de un hospicio y que se convirtió en la primera enfermera en participar en una misión internacional para llevar la vacuna de la viruela hasta América.

LA GESTA

La razón que desencadena los hechos es la epidemia de viruela que a finales del siglo XVIII e inicios del XIX se propaga por todo el globo, pero que tiene especial incidencia en el virreinato de Nueva Granada, en la América española.

El virrey solicita que le sean enviadas vacunas, y la opinión favorable de Carlos IV facilita que se organice una expedición sufragada por la Corona, cuya dirección se le otorga a Francisco Javier Balmis.

Este médico ilustrado -conocedor y difusor de los nuevos métodos de vacunación-, idea un método para que la nueva vacuna contra la viruela (extraída de las vacas, conforme al descubrimiento del inglés Edward Jenner) pueda transportarse hasta América sin perder su efectividad: serían necesarios 22 niños, a los cuales se les iría inoculando la vacuna, pasándola de uno a otro.  

Como la expedición a bordo de la corbeta “María Pita” partiría en 1803 de Coruña, los infantes serían seleccionados en tierras gallegas: algunos fueron cedidos por familias sin recursos, pero la mayoría eran huérfanos del Hospital de la Caridad, dirigido por Isabel Cendal, mujer que atendería a los niños durante la expedición.

Aquella expedición se llevó a cabo en 1803 y fue conocida como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela. 

La misión que, encabezada por el médico alicantino Francisco Javier Balmis, zarpó del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 y llevó la vacuna de la viruela a las colonias españolas en un periplo alrededor del mundo de seis años, 7 meses y 22 días. 

La enfermera gallega partió desde España junto a Francisco Javier Balmis entre sus integrantes, médico militar que dio nombre a la 'Operación 'Balmis', el operativo que el Ejército español llevó a cabo el pasado mes de marzo para luchar contra el coronavirus.

Francisco Javier Balmis e Isabel Zendal Gómez, entre otros integrantes, llevaron la vacuna desde España hasta Latinoamérica, lo que aseguró que también llegase al resto del mundo.

Se trata de la primera expedición de la era moderna: partió de La Coruña con cuatro facultativos, seis enfermeros y 22 niños de un orfanato. Los pequeños eran la propia vacuna y por ello eran conocidos como niños vacuníferos.

Balmis, hijo de un cirujano de Alicante, estudió medicina y quiso convertirse en médico de los que eran aceptados incluso en la corte de los Reyes. Se hizo cirujano militar y, al volver de México, trajo un remedio contra la sífilis.

Su interés por la vacuna de la ciruela le llevó a ser el mejor vacunador de Madrid. Fue llamado por la corte del Rey Carlos IV, al que Balmis explicó que se necesitaban niños para llevar la vacuna de brazo a brazo. 

Para el cuidado y control de los pequeños, Balmis se llevó a Isabel Zendal Gómez: hija de campesinos, aceptó ir a la expedición para poder salvar a su hijo enfermo.

La expedición comenzó con un trayecto hasta Canarias, desde donde partió hasta el continente americano. 

Josep Salvany fue inicialmente el subdirector de la expedición, y cuando esta, en Venezuela, se dividió en dos, pasó a ser el director de la que se dirigió hacia Sudamérica, llegando tras siete años y muchas vicisitudes hasta Cochabamba, donde falleció, después de haber desarrollado una gran labor en pro de la vacunación.

Josep Salvany perdió la vida al llevar el suero salvador por todo el continente. Balmis, por su parte, siguió hacia Filipinas y China.

La idea de utilizar a las criaturas como ‘probetas’ vivientes se le ocurrió al mismo Balmis ante la dificultad del proyecto: el fluido vacunal, recogido en recipientes de vidrio, apenas se conservaba eficaz un par de semanas. Otra posibilidad para transportar el remedio consistía en surcar el Atlántico con vacas enfermas; sí, un lío bovino descomunal. 

Quizás convenga explicar lo de las vacas…

Edward Jenner descubrió que las campesinas que ordeñaban las vacas eran inmunes, pues las protegía el contacto con el pus de las ampollas de las reses —portadoras del virus de la viruela bovina, menos agresiva que la humana—. 

El investigador británico tuvo entonces la ocurrencia de inocular en los brazos de un niño el pus de una lechera infectada, sin que sufriese más que una fiebre. 

Luego probó con una técnica que ya se usaba antes de que descubriese la vacuna, la variolización, que consistió en practicar una incisión en la piel del pequeño, introducir el polvo de las costras de la viruela y cerrar el corte. ¡Y funcionó! 

Aquel niño ya era inmune a la viruela, aunque lo curioso del hallazgo es que no hacía falta inocular directamente el pus directamente del ganado, sino que podía hacerse de persona a persona.

Ahora quizás se entienda que Balmis, Salvany y Zendal embarcasen a los niños rumbo al nuevo continente, con el objetivo de transmitirles la vacuna de dos en dos, hasta formar una cadena —o vacuna— humana que garantizaría el suministro hasta llegar a América.

Sin embargo, aunque las crónicas hablan de veintidós niños, uno de ellos falleció antes de que partiese del puerto de A Coruña la corbeta María Pita, por lo que en realidad viajaron sólo veintiuno, pues no encontraron a otro para reemplazarlo.

Niños a los que no quería nadie, excepto Isabel, quien llevó a su propio hijo, Benito Vélez, de diez años. Abandonados, aunque luego lo políticamente correcto los convirtió en expósitos.

Los periódicos dejaron de redactar aquello de que "anteayer se echó en el torno de la inclusa a un niño a las tres de la mañana" y comenzaron escribir que la criatura "se expuso en el torno"; es decir, en la apertura, agujero o ventana que daba a la calle, donde eran depositados los bebés.

Y, de tanta exposición, el verbo se convirtió en sustantivo y la lengua adoptó el eufemismo expósito.

Todavía hoy pueden leerse en los muros de los antiguos orfelinatos inscripciones como ésta : "Mi padre y mi madre / me arrojan de sí. / La caridad divina / me recoge aquí".

¿Contó la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna con el apoyo del rey Carlos IV porque estaba sensibilizado por la muerte de su hija de tres años a causa de la viruela?

Quizás las causas no sean tan personales como materiales. "La mayor parte de los impuestos de la Corona eran indirectos, por lo que si una epidemia diezmaba a la población, se quedaba sin fondos para sus arcas".

"Somos una monarquía borbónica gracias a la viruela. Al morir por esa causa el príncipe Baltasar Carlos —heredero al trono—, accede al poder Carlos II, el Hechizado.

Como era estéril, el último de los Austrias falleció sin descendencia y, con él, se acabó su dinastía, comenzando en 1700 la borbónica con Felipe de Anjou como Felipe V.

Y, desde entonces, la viruela siempre rondó a los Borbones y se cobró la vida de otros herederos".

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El caso es que el doctor Balmis contrata a la enfermera Zendal para la inoculación de la vacuna y para que cuide durante la navegación de los niños.

Debía velar por veintiún críos varones de entre tres y nueve años, aunque en realidad el más pequeño sólo tenía dos años y ocho meses.

La corta edad puede sorprender, pero entonces era una garantía de que estaban sanos.

Cuatro procedían de Madrid; cinco, de Santiago; y trece, de A Coruña, incluido el que murió antes del viaje.

Balmis no solo llevó a América la vacuna: lo más importante es que dejó allí instaladas juntas de vacunación y, por primera vez, se implantó como un sistema de medicina preventiva. Y funcionó.

La fragata Shtandart 'interpretó' a la corbeta María Pita en el telefilme '22 ángeles'. / SAIL ON BOARD

Desde ese momento, la vacunación se ha utilizado en el mundo y, cuando en los setenta la Organización Mundial de la Salud (OMS) montó una gran campaña para erradicarla en todo el planeta, logró terminar con ella".

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¿Pero fueron los chavales utilizados como conejillos de —en mayúscula— Indias?

"En absoluto. Ellos ejercieron de vehículo de transporte de la vacuna, que ya estaba sobradamente probada y se sabía que funcionaba.

En ese sentido, no eran cobayas de laboratorio, aunque hoy esto sería inviable y existen estrictos controles.

Sólo se puede entender desde la perspectiva de la época, sus medios y el terror a la viruela, pues ha sido la enfermedad infecciosa que ha matado a más gente en la historia de la humanidad".

Entre ellos, viajaba el propio hijo de Isabel, aunque Solar subraya que durante años fue una incógnita. "Hoy sabemos que era madre soltera y han aparecido los papeles de cómo se le amplió la paga que recibía —una parte, en especie— para él.

La confusión viene de que el propio Balmis le proporcionó tras el viaje papeles de que era su hijo adoptivo, consiguiendo llegar a América como una mujer sin mancha".Y como la primera enfermera de la historia en misión internacional de salud pública, como fue reconocida hace décadas por el Congreso Panamericano de Salud.

Un mérito al que habría que sumar el Premio Nacional de Enfermería que desde 1975 concede el Gobierno mexicano en su honor. "Fue decisiva en el viaje, tal y como el propio Balmis dejó escrito.
Incluso arriesgó su salud durante la expedición por cuidar a los niños día y noche. Tras el viaje del médico de Madrid a Coruña, al tratar con los primeros niños se dio cuenta de que sería imposible controlarlos y cuidarlos en el barco.

Por eso, al llegar a la ciudad gallega decidió escoger chavales más pequeños —seis tenían apenas tres años— y enrolar a Zendal, pues conocía a buena parte de ellos", apunta Solar. "Hay que entender que por entonces la vacuna suponía contraer una enfermedad leve, pero al fin y al cabo acarreaba una indisposición para aquellos niños metidos en un barco durante un viaje a Ultramar".

Pese a los recientes aplausos de algunos organismos internacionales, la amnesia no fue sólo posterior, sino también contemporánea a la protagonista.

"El mundo la olvidó y el propio Balmis, quien sí reconoció su extraordinaria labor, le dio seis apellidos distintos en sus escritos, algo que no sucedió con ningún hombre de la expedición.

El reconocimiento le está llegando ahora, con más de doscientos años de retraso".

La misma que zarpó el 30 de noviembre de 1803 a bordo de la corbeta María Pita con veintiuna criaturas a bordo, de ahí el apodo de "madre de los galleguitos", y otros quince tripulantes y sanitarios, encabezados por los médicos militares Balmis —cirujano de Cámara Real— y Salvany —cirujano del Real Sitio de Aranjuez—.  

La cadena humana consistía en inocular la vacuna en el brazo de dos niños, quienes se la transmitirían a otra pareja a los diez días, y así sucesivamente.

La ruta: A Coruña, Santa Cruz de Tenerife, Puerto Rico —adonde arriban el 9 de febrero de 1804— y Puerto Cabello.

En Venezuela, la expedición se divide en dos grupos: el de Balmis vacuna en Caracas, embarca en La Guaira rumbo a La Habana y continúa hasta Sisal-Yucatán y Veracruz (México), desde donde la corbeta María Pita retorna al puerto de A Coruña.

Por tierra, llega a Ciudad de México y, desde Acapulco, viaja en el correo Magallanes hasta Manila (Filipinas).

En su regreso a España, vacuna en Macao y Cantón (China), así como en Santa Elena —la isla inglesa donde sufriría prisión y destierro Napoleón Bonaparte—.

El 14 de agosto de 1807, recala en Lisboa y, un mes más tarde, es recibido en la Corte por Carlos IV.

Atrás quedan otros expedicionarios, continuando con las tareas de inmunización de los indígenas rebelados contra la Corona, quienes finalmente pondrían rumbo a Acapulco. 

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¿Y qué sucedió con los galleguitos?

"La mayoría de los huérfanos fueron adoptados por gente relacionada con la Iglesia —párrocos y responsables de casas de acogida y de desamparados—, así como por comerciantes autóctonos".

No se puede decir que hicieran las Américas, ni mucho menos que volvieran como indianos, con inmaculados trajes blancos y sombreros de ala calados.

"Ahora bien, su futuro no fue tan malo. Como mínimo, no fue peor que el que habrían tenido en España. Por ejemplo, un expósito llamado Francisco Antonio llegó a ser abogado y profesor de leyes en Ciudad de México"

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El mérito del descubrimiento de la vacuna se debe a la sagacidad del cirujano inglés Edward Jenner, 

quien observó que las ordeñadoras de Gloucestershire, donde ejercía, jamás enfermaban de viruelas aunque surgiera un brote en el condado.

Un buen día, una granjera acudió a visitarle por unas pústulas purulentas en las manos, y le soltó así, como de paso: “Sé que no es viruela, pues ya me ha dado la viruela de las vacas”.

Se había infectado ordeñando la leche de ‘Blossom’. ¿Cómo? El doctor Jenner tomó un extracto de pus de las llagas de Sarah Nelmes, que así se llamaba la muchacha, y lo inoculó a James Phipps, un niño de 8 años, quien desarrolló unos granos que enseguida remitieron.

Dos meses después, el 1 de julio de 1796, inyectó al chaval el virus de la viruela humana, a la que resultó inmune. ¡Eureka! 

La viruela bovina (‘cowpox’), benigna para los bípedos, había impedido la aparición de su equivalente en humanos (‘smallpox’). De ahí el nombre; de vaca, vacuna.

De brazo a brazo parecía la vacunación más eficaz. Pero costó lo suyo ‘reclutar’ niños para la expedición de Balmis, aun cuando el rey Carlos IV, quien perdió a su hija la infanta María Teresa a causa de las viruelas, había prometido buen trato, buena comida, estudios y una suculenta recompensa a los pequeños conejillos de Indias inoculados.

Al final, lograron embarcar a 22 niños de entre 3 y 9 años, en su mayoría procedentes de la Casa de Huérfanos de La Coruña, al cuidado de su rectora, Isabel Cendal Gómez, la única mujer en la expedición. Pobres mocosos abandonados en el torno de los conventos, marcados con el apellido Expósito o Hope (esperanza) en la vieja Inglaterra

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El telefilme '22 ángeles', de Miguel Bardem, y las novelas 'A flor de piel', de Javier Moro, y 'Ángeles Custodios', de Almudena de Arteaga.

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Rafa Méndez, Agoney y la finalista de Miss Universo Patricia Yureña son los anfitriones de 'Viajeros Cuatro' en su recorrido por Tenerife

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